Ahora resulta que científicos, periodistas, columnistas, conductores de programas de radio, amas de casa, académicos, profesores, viejos y jóvenes evidencian su preocupación por el grado de contaminación del lago de Atitlán.
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Los científicos están organizando mesas redondas, mesas cuadradas y hasta ovaladas; conversatorios, presentaciones en Power Point, emiten criterios técnicos y se agarran los cabellos, expresando las formas adecuadas para salvar al lago o bien para como Pilatos «lavarse las manos», no del agua sucia de este manto acuífero, sino que de su irresponsabilidad histórica pues no hicieron lo necesario en el momento adecuado.
Los periodistas que alguna vez redactaron reportajes y noticias acerca del medio ambiente, en este momento toman relevancia proponiendo el tema en las salas de Redacción a espera de buenos espacios para dar a conocer la problemática.
Columnistas, que jamás han abordado la temática ambiental, ahora lloran por el lago y con sus «sesudos análisis», tratan de emitir criterios alejados de la realidad y, por sobre todo, tratando únicamente que la coyuntura informativa no los deje fuera del escenario. Eso sí, siempre en contra de los ecohistéricos.
Y los conductores de programas de radio, en su mayoría patrocinados por grupos de poder del país, arremeten contra el gobierno de turno; provocando que sus radioescuchas asuman actitudes de rechazo al actual régimen.
Atrás no se quedan las amas de casa, quienes en sus largas y prolongadas tertulias telefónicas, también emiten criterios algunos influenciados por los conductores de programas de radio, sin darse cuenta que el problema es de fondo y no coyuntural.
Los académicos seguirán con planteamientos derivados de sus largas y profundas cavilaciones sobre la temática ambiental, y aquellos de una tendencia «libertaria» seguirán planteando que «la contaminación del lago es responsabilidad de los zutuhiles, jamás de los dueños de chalets y menos de los hoteleros y fincas cercanas».
Mientras que los viejos rememoran las veladas y desveladas a las orillas del lago, en donde alguna vez se «destrabaron», soñaron, le cantaron a las estrellas y a la luna, y vieron su reflejo en las aguas cristalinas.
¿Y los jóvenes? ¿Qué opinan aquellos que han tenido la oportunidad de visitar con frecuencia ese bello lugar ahora convertido en un manto de algas? Sin duda que la juventud debe pronunciarse, asumir su rol, emitir criterios y no esperar que sólo los mencionados den opiniones. La juventud debe ocupar espacios en los medios (pongo a disposición esta columna), salgan a las calles a protestar, pronúnciense, griten, organícense.
No sólo vayan a los restaurantes de comida rápida y asumir que comprando un producto están aportando. Es momento para que la sociedad civil, en especial la gente joven, defienda el lago, que les importe. Que asuman ese rol que les demanda el lago, los zutuhiles que habitan las cuencas, la sociedad, sobre todo la naturaleza.
La muerte del lago, señores, no es una moda.
* ¿De qué sirve ahorrar? La Empresa Eléctrica gastó miles enseñándonos a ahorrar energía, pero ahora resulta que las facturas han subido ostensiblemente. De plano que la inversión en la publicidad, la recuperan en un mes.
* Mucho bolo. Me da tanta rabia ver a bolos tirados en las banquetas del Centro Histórico, pues no sólo dan mal aspecto sino que, además, pareciera que a nadie le importa su desgracia. Sería mejor que alguna institución los recoja, bañe y lleve a un centro de recuperación
* ¿Y los poetas? Estamos a espera que más poetas y poetisas se unan al grupo «Poetas Malditos», pues algunos son buenos y muchos malos. ¡Anímese a participar!