Con declaraciones de pesimismo antes de partir, y una carga en las espaldas por las deportaciones masivas desde Estados Unidos y la amenaza de este país de deportar sistemáticamente a otros 30 mil guatemaltecos que solicitaron asilo político en años pasados, llegó el Canciller guatemalteco a Washington con el propósito de entrevistarse el día de hoy con la secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice. Guatemala, la cenicienta de Centroamérica en el tema de los emigrantes, ha demostrado hasta la saciedad una inconsistente y poco visionaria política exterior desde varios gobiernos atrás.
La oportunidad más clara que tuvo nuestro país para lograr un Estatus de Protección Temporal (TPS) para nuestros connacionales residentes en la Unión Americana, fue en el gobierno de ílvaro Arzú cuando el huracán Mitch en 1998 devastó nuestro territorio, sin embargo, la peculiar actitud de éste gobernante, hizo que el Estado guatemalteco desestimara cualquier solicitud de ayuda internacional. Posteriormente, en el año 2004, un incompetente Canciller cometió la «chifladura» de ir a pedir los «TPS» seis largos años después de que el Mitch arrasara al país. Cuando el «Stan» se hizo presente, la solicitud de este mismo personaje ya no fue tomada en serio, y así es como los guatemaltecos que viven en el gran país del norte se han constituido en la población centroamericana más vulnerable.
Considerando los desatinos anteriores, debo confesar lo mucho que me sorprendió cuando Gert Rosenthal le aceptara el cargo al actual gobernante, fue un momento en que nuestra política exterior ya estaba trazada, en una ruta hacia el vacío poco o nada podía hacerse, aún en un hombre de la gran calidad y altas cualidades como lo es el doctor Rosenthal. Su primer desengaño fue el fracaso en lograr para el país una «silla» en el Consejo de Seguridad de la ONU, difícil era convencer a los países que adversaban nuestra candidatura que Guatemala no era el candidato de Estados Unidos, difícil cuando su antecesor se encargó con su política alineada de demostrar lo contrario. Y menos cuando nuestro «folklórico» gobernante pide públicamente asesoría para lograr ese propósito al propio Estados Unidos.
Hoy, la visita a Washington no constituye únicamente un desafío para el país, el resultado de esta gestión pone de alguna manera en jaque el alto prestigio de este connotado profesional, sobretodo porque está en juego el futuro de cientos de miles de guatemaltecos que trabajan tesoneramente en ese gran país del norte. Tengo la esperanza en que el doctor Rosenthal haya articulado un buen plan, es el momento de dejar a un lado las acciones aisladas y ejecutar una estrategia fundamentada en un programa de intensos cabildeos en los espacios más influyentes de Washington, el último chance es ahora, antes del consenso de la nueva ley de inmigración que está por darse entre el Senado y la Cámara de Representantes. Buena suerte doctor.