Han pasado 16 años pero los traumatismos causados por el genocidio ruandés siguen ahí y el viaje que hará mañana el presidente francés Nicolas Sarkozy a Kigali, para sellar una reconciliación entre los dos países, ha reavivado la polémica sobre el papel de Francia en Ruanda.
Y eso que, por supuesto, oficialmente se pasó página. Después de tres años de crispación, Ruanda asegura que borró de un plumazo sus recriminaciones a Francia, acusada de haber armado y apoyado, hasta la complicidad, el régimen genocida de Juvenal Habyarimana.
Pero el recuerdo del genocidio y sus 800.000 muertos siguen vivos, sobre todo entre la minoría tutsi.
En Francia este reencuentro con el presidente Paul Kagame ha suscitado esperanza, muchos interrogantes y no pocos temores. La estancia de Sarkozy en Kigali se anuncia delicada. Sus gestos y palabras serán seguidos de cerca, de muy cerca.
Casado con una tutsi cuya familia fue masacrada en 1994, Alain Gauthier apoya desde hace años a las partes civiles en las investigaciones abiertas por la justicia francesa contra los presuntos autores de los genocidios. Al igual que las asociaciones de víctimas de Ruanda, espera un gesto del Presidente.
«Primero hace falta que reafirme que los genocidas hutus no serán acogidos en Francia y que serán juzgados», dijo, «y también que reconozca que hubo complicidad, que soldados franceses combatieron con los genocidas».
Una exigencia que saca de sus casillas al diputado socialista francés Bernard Cazeneuve. En 1998 él fue quien elaboró el informe de la misión parlamentaria que puso en la picota los errores en Ruanda del ex presidente francés Franí§ois Mitterrand y del primer ministro conservador Edouard Balladur.
«Los errores de Francia son graves, pero las acusaciones de complicidad de genocidio son indignas», estima. «Francia cometió errores políticos, está claro. Pero esto no debe llevarnos a presentar disculpas. La reconciliación debe hacerse sobre bases sólidas».
El ex ministro de Relaciones Exteriores Hubert Védrine está de acuerdo con él. «Restablecer relaciones políticas normales con Ruanda, si se hace con claridad y es útil para devolver un papel a Francia en la región, muy bien. Pero no al precio de declaraciones expiatorias», zanjó quien en aquel entonces era secretario general del Elíseo.
Desde la reanudación de relaciones diplomáticas en noviembre de 2009 Ruanda no ha exigido en ningún momento excusas a Francia. Pero los políticos temen las palabras que pronunciará el jueves Sarkozy.
Y sobre todo que retome las de su canciller Bernard Kouchner, quien en 2008 habló de una «falta política» de Francia.
Más aún que las palabras, algunos temen que Francia «pague este reencuentro con el abandono de las investigaciones judiciales contra los allegados a Kagame», se alarma un conocedor del caso.
Jacques Hogard va más lejos. Para este ex coronel que sirvió en Ruanda en 1994 lo que está en juego es el principio mismo de la reconciliación con un régimen que pone trabas a los derechos de la oposición. «No se puede ser ingenuo hasta el punto de pensar que es posible una reconciliación con un dictador que aterroriza a sus opositores», lamenta.
El Elíseo, la presidencia francesa, intenta sacar hierro al asunto: «El presidente ya dijo que se habían cometido errores y que había que reconocerlos».