«»I was the night before Christmas, when all through the house,
Not a creature was stirring, not even a mouse,
The stockings were hung by the chimney with care,
In hopes that Saint Nicholas soon would be there.
The children were nestled all snug in their beds,
While visions of sugar-plums danced in their heads,
And mamma in her kerchief, and I in my cap,
Had just settled our brains,
For a long winters nap».
Así inicia este poema famoso en el mundo. Fue publicado el 23 de diciembre de 1823 en The Sentinel, de Nueva York. Escrito originalmente por el Dr. Clement C. Moore, autor de un diccionario hebreo y de otros cuentos y poemas, nacido en Chelsea Square, Nueva York en 1879. Fue un año antes, en 1822, que el autor, la noche víspera de la Navidad, nuestra Nochebuena en la que nace el Niño Dios, llegó a su casa, en trineo guiado por su conductor, un alemán alto y fornido con una larga barba blanca, con el regalo de Navidad para la familia, un jamón comprado en Greenwich Village. Este hombre, la época navideña, el regalo y la esperanza de sus hijos, inspiraron al Dr. Moore para escribir el poema, poema que él sólo quería dar a sus hijos y que la guardaran como un recuerdo de esa noche que anticipa un día especial. Un vecino suyo descubrió el poema un año después y lo envió al periódico, haciéndolo famoso y convirtiéndolo en una historia que muchos en el mundo leen a sus hijos la noche anterior a la Navidad. Parece ser también que es así como aparece por primera vez San Nicolás, Santa Claus o Santa como hoy se le conoce.
La Nochebuena, la buena noche, lleva a todos los niños del mundo a irse a la cama con la ilusión de que el anciano bonachón llegue a su casa y le deje un regalo. La tradición en Estados Unidos, es que cada niño deja al nocturno visitante, para que mitigue el hambre y la sed, una galleta, generalmente de jengibre y un pequeño vaso de leche, acompañados de una nota diciéndole algo especial, como por ejemplo, «te quiero mucho y me he portado bien», «te agradezco que me visites esta noche», «gracias por acordarte de mí». Santa Claus al llegar, da una mordida a la galleta, bebe medio vaso de leche y escribe algo en la nota, algo así como «gracias por la galleta y la leche, ho, ho, ho», «gracias porque tenía hambre y sed, ho, ho, ho,» y la firma. Esto es lo primero que verá el niño cuando, con los ojos aun medio cerrados de sueño, se levante y corra buscando a ver si llegó el viejo barbudo que esa noche recorre el mundo y si le ha dejado un regalo que le hará feliz. Porque ese es el trabajo que tiene Santa Claus ese día, hacer felices a los niños de toda condición. Este poema y el viejo incansable esa noche, vienen a recordarnos en esta temporada, lo que valen el sentimiento y el esfuerzo. El autor pensó al escribir, en dar felicidad a sus hijos y al llegar en trineo con un jamón cargado por un «hombrón», pensó sin duda en dar una sorpresa agradable y mitigar el hambre de su familia. Esta época, especialmente en Guatemala, es para dar, dar sentimiento, dar amor; es también para recordar a los inocentes, a los niños que sueñan, que esperan que alguien, si no Santa Claus, les lleve algo. Es hacer el esfuerzo de que esa Nochebuena, ese Día de Navidad, todos seamos Santa Claus. Los invito a que en estos días, demos un regalo, valioso no por su precio pero sí de alto valor por el amor con que lo damos, al primer niño necesitado que veamos en la calle. Unos dulces, un pastelito, una prenda de vestir, una sonrisa y un abrazo si podemos. Ese es el espíritu navideño. Como dice Madre Teresa: «Dar, dar, hasta que duela». Que nuestro corazón salte de gozo porque el Niño Dios ha nacido entre nosotros, que llevemos su amor a nuestros hijos, a nuestras familias, a nuestros amigos y en especial a nuestros niños guatemaltecos que necesitan amor, amor a manos llenas. Carmen y yo enviamos un cálido saludo a la Familia Marroquín, a la familia de La Hora, a las familias de los lectores y les deseamos una Nochebuena tranquila y una Navidad en paz y felicidad. Que el Niño Dios, que ha nacido en Belén los bendiga hoy y siempre.