Guatemala es el país ideal para el cultivo de la paciencia. Si es cierto eso que dicen que la virtud se obtiene por el ejercicio continuo de los actos, a través del hábito, aquí hay una y mil oportunidades para adquirir semejante hábito. Y es que entre nosotros o se es paciente o el suicidio se impondría como un imperativo inevitable. Superaríamos, si no fuera porque somos proverbialmente pacientes, a cualquiera de los países número uno en esa materia.
¿Pruebas? Fíjese por ejemplo en la paciencia con que a diario se va y se regresa al trabajo o a la escuela. Observe la serenidad impuesta que tienen quienes transitan ?o transitamos- la Villalobos. El Transmetro se ha convertido en el medio por el cual Dios nos prueba a diario. Eso es terrible, Job mismo habría tirado la toalla y habría maldecido al Creador. No obstante eso, aún y cuando uno recuerda cariñosamente el rostro sencillo, humilde y poco complicado del Alcalde Capitalino, uno trata de relajarse, escuchar música y hasta irle encontrando sentido al viaje, ver patojas, recordarse de cosas bellas. Uno lo aguanta todo. La paciencia todo lo alcanza.
Si de puntualidad se trata, también aquí se aprende a ser paciente. Es posible que el bisoño o el novicio al principio se jale los pelos y se coma las uñas, se disguste por la idiotez de la espera, por la burla, pero después se va aprendiendo que hay que tomar las cosas al suave. Que la gente es así y que no sirve para nada clamar al cielo. La paciencia llega poco a poco y, al final, uno se habitúa. Fíjese que llegar tarde es un acto generalizado, llega tarde el presidente a la conferencia de prensa, el cura a la celebración de la misa y el artista al concierto, «ergo» ¿Por qué debo ser yo el único puntual?
Finalmente, aunque no menos importante, la paciencia se cultiva en Guatemala también en el acto del cortejo. El camino mediante el cual el muchacho llega a hacerse novio de alguien es tortuoso, complicado y requiere de mucha inversión ?de todo tipo-. Uno tiene que armarse de paciencia. La chica pide pruebas, exige cartitas, flores, mensajes radiales, correos electrónicos, invitaciones y un etcétera que sólo el virtuoso ?y el enamorado- pueden soportar. Eso sí, si se persevera, en términos de uno, dos o tres meses puede alcanzar el deseado beso, mientras tanto debe conformarse con tomarla de la mano, ir a su casa, conocer a la familia y demostrar que se tiene buenas intenciones con la niña. No todas las chicas son así, pero hay (según me han reportado mis fuentes y mi propia experiencia) una tendencia generalizada en esta cuestión.
Ya se puede ver entonces que ser virtuoso en este país no es nada del otro mundo, al menos desde la óptica de la paciencia. También los lectores se tienen que habituar a cierta prensa nacional, a sus columnistas y hasta sus reporteros. Es posible que al principio provoque la lectura de ciertos medios la ira, pero al final uno aprende más bien reírse de las calamidades y deficiencias nacionales. Así somos, concluimos, y nos relajamos en el sillón. En este punto la paciencia ya forma parte de nuestra naturaleza.