La crisis humanitaria provocada por el éxodo de decenas de miles de personas que huyen de los enfrentamientos étnicos en el sur de Kirguistán se agravaba el martes, aunque la violencia parecía darse una tregua, según fuentes oficiales.
Más de 100 mil refugiados, la mayoría mujeres de origen uzbeko, huyeron hacia Uzbekistán desde el jueves por la noche, cuando estallaron los enfrentamientos que ya han dejado 170 muertos y más de mil 800 heridos.
Sin embargo, Uzbekistán, incapaz de acoger a tantos refugiados, cerró su frontera con Kirguistán, dejando en el desamparo a miles de personas.
Varios gobiernos asiáticos repatriaban a centenares de sus ciudadanos. China (donde existe una minoría kirguisa), India, Pakistán y Corea del Sur organizaron vuelos especiales.
Pero los enfrentamientos parecían disminuir el martes en esta ex república soviética de Asia central, de 5,3 millones de habitantes, con una minoría uzbeka que representa el 14% de esta población.
«La situación se estabiliza lentamente en el sur», declaró el representante del ministerio del Interior, Omurbek Suvanaliev.
En la noche del lunes al martes, se oyeron solamente algunos disparos esporádicos en Osh.
Osh y Jalalabad, dos grandes ciudades del sur de Kirguistán, fueron los teatros de los mayores enfrentamientos entre kirguisos y uzbekos.
El martes, un periodista no vio ninguna presencia militar ni policial kirguisa en los barrios uzbekos de Osh.
Prueba de que la situación mejora fue el encuentro de dos grupos, uno kirguiso y otro uzbeko, de una veintena de hombres cada uno, en un «no man»s land» que separa los barrios de ambos grupos étnicos. El objetivo era intercambiarse lo que residentes locales denominan «prisioneros», constató un periodista.
Los 15 miembros del Consejo de seguridad de la ONU instaron a que retorne el «imperio de la ley» en Kirguistán, y Rusia calificó por su lado de «intolerable» la situación que reina en esta república centroasiática.
Tanto Estados Unidos como Rusia poseen estratégicas bases militares en Kirguistán. Para Washington, esa base es esencial para las operaciones de la OTAN en Afganistán.
En Moscú, el ODKB (Alianza militar dirigida por Rusia e integrada por ex repúblicas soviéticas, entre ellas Kirguistán), no excluyó una intervención militar para acabar con las violencias.
En Biskek, la presidenta interina Rosa Otunbayeva indicó en una conferencia de prensa que «no hay necesidad de enviar una fuerza de mantenimiento de paz» a este país y añadió que el referendo sobre una nueva Carta Magna previsto para el 27 de junio tendrá lugar como estaba previsto.
«No hay necesidad de enviar una fuerza de mantenimiento de paz», declaró Otunbayeva. «Esperamos controlar la situación con nuestras propias fuerzas», agregó.
Las tensiones entre los dos grupos étnicos se agravaron tras la caída del presidente Kurmakek Bakiyev en una violenta insurrección que dejó cerca de 90 muertos en abril pasado.
Los uzbekos son minoritarios, pero sus tradiciones sedentarias, frente a los kirguisos nómades, les permitieron hacerse con el control de la agricultura y el comercio local, apunta Arnaud Dubien, director de investigaciones del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas, con sede en París.
Además, «en algunos lugares del sur, los uzbekos son mayoritarios, pero no tienen una representación equitativa en el gobierno, ni a escala local ni nacional», señala por su lado Erica Marat, experta de cuestiones de Asia central en la fundación estadounidense Jamestown.
Los enfrentamientos se registran a menos de dos semanas del referéndum del 27 de junio para aprobar una nueva Constitución, que mantiene al ruso como segunda lengua, sin abrir espacios al desarrollo del uzbeko.
Rosa Otunbayeva
Presidenta interina