No nos cabe la menor duda que el mandato más importante de los electores en la pasada campaña tuvo que ver con el clima de inseguridad y la necesidad de combatir la violencia; los dos candidatos más votados terminaron haciendo de la violencia el tema central de sus campañas, uno ofreciendo mano dura para hacerle frente al flagelo y el otro, el ganador, afirmando que usaría la inteligencia, en doble sentido al relacionar la capacidad intelectual con el uso de los instrumentos de información para atacar al crimen organizado.
La verdad es que el gobierno va con mucho rezago en el tema y no es porque las condiciones resultaran peores de lo esperado. Lo que ya se veía en el gobierno anterior era tan dramático que el nuevo gobierno tenía que tener un panorama claro de lo que se vendría, puesto que la magnitud del problema es tremenda. No se trata únicamente de la deficiencia en las fuerzas policiales, como podría pensarse, sino también en la inexistente estructura del sistema de justicia para evitar la impunidad. Y a ello debe sumarse, por fuerza, la existencia de una cultura de muerte en nuestro medio, alentada por tantos años de conflicto en los que enseñamos a las nuevas generaciones que los problemas se resuelven a balazos.
Pero aunque el problema pueda estar claramente diagnosticado, es evidente que el gobierno no encuentra por dónde entrarle al asunto y por ello es que abundan declaraciones sobre la necesidad de mejorar la policía, pero sin que hagan algo concreto para darle caravuelta a la PNC que tuvo el grave pecado original de basarse en un reciclaje de los viejos agentes que sirvieron en el aparato no sólo represivo, sino de absoluta impunidad.
Y el Ministerio Público, que fue diseñado como el otro brazo para proteger a quienes libraban la guerra en nombre del Estado, sigue prácticamente intacto a pesar de que salieron de varios de los fiscales más comprometidos con el crimen organizado y que evidenciaron su tendencia a destruir pruebas.
Creemos que la violencia se combate, efectivamente, con inteligencia pero aparentemente no han entendido que las soluciones son para ayer. Mientras más tiempo pase sin que se implementen acciones concretas, efectivas y contundentes, no sólo seguiremos perdiendo vidas, sino terreno frente al desafío del crimen organizado que rápidamente acomoda sus tentáculos para evitar persecuciones.
En esta materia no cabe aquella expresión de que hay que ir despacio porque llevamos prisa. Urge acelerar el paso para que se pueda controlar la matazón de guatemaltecos que es de tal magnitud que ya la vemos como parte del paisaje y que apenas si inmuta a alguno.