La violencia contra las mujeres es estructural


En numerosos paí­ses, incluyendo a Guatemala, se han promulgado leyes y suscrito tratados internacionales, que aparentemente las protegen; pero no son suficientes porque muchas veces ni siquiera son aplicadas en la práctica.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Así­ lo afirma un documento de la Marcha Mundial de las Mujeres, con ocasión de haberse conmemorado el martes 25 el Dí­a de la No Violencia contra la Mujer, haciendo énfasis en que la violencia hacia las mujeres es estructural propia del sistema patriarcal y del capitalismo en su expresión neoliberal, que imponen una necesidad de control, apropiación y explotación del cuerpo, vida y sexualidad femeninas.

La idea general acerca de este crudo fenómeno social es que se trata de una situación extrema o localizada y que es un problema de las clases bajas y de las culturas «bárbaras», cuando que, en realidad es un tipo de violencia transversal, porque atraviesa todas las clases sociales y diferentes culturas, religiones y circunstancias geopolí­ticas, y aunque suele focalizarse generalmente en la esfera privada, también ocurre en el ámbito público, que incluye feminicidio, acoso sexual y fí­sico en el lugar de trabajo, agresiones a las que acompaña el silencio, la discriminación, la impunidad y la dependencia de las mujeres en relación a los hombres, mientras que las justificaciones teóricas y psicológicas toleran y agravan la violencia hacia las mujeres.

La violencia, la amenaza o el miedo a la misma violencia son utilizados para excluir a las mujeres del espacio público. Muchas mujeres pagan con su dignidad mancillada, con golpes o con sus propias vidas por trabajar en instituciones públicas y privadas, «en vez de quedarse en su casa» como lo establece la cultura patriarcal, o por acudir a la escuela o la universidad.

En el contexto de criminalización de los movimientos sociales, la represión contra las mujeres activistas que se involucran en luchas por la defensa de sus derechos, repetidamente toma la forma de violencia sexual, mientras que la discriminación se compone por la intersección de diferentes formas de opresión, puesto que son discriminadas no sólo por ser mujeres sino por el color de su piel, idioma, raza, etnia, clase social, posición económica y religión.

Para defender sus derechos, los grupos de mujeres se deben unificar y defender por medio de debates y manifestaciones, cuyo objetivo no es ubicar a la violencia sexista como un problema de algunas mujeres, sino que todas se deben fortalecer, aprendiendo y reaprendiendo a resistir, a construir y reconstruir sus vidas sin violencia.

(La esposa de Romualdo Tishudo cita este proverbio popular: -Valor no es la ausencia de miedo; más bien es la habilidad para enfrentar al miedo).