La vida sigue igual… I de II


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Resulta paradójico que al final de 25 años de “democracia” en el paí­s, es decir, entendiendo el término democracia como el ejercicio del poder por grupos civiles, nuestro paí­s no se transformó lo suficiente, en gran calado esperado que nos llevarí­a a mejores estadios de desarrollo y bienestar.

Fernando Mollinedo
fermo@intelnet.net.gt

 


El balance no ofrece los frutos y mejoras sociales ofrecidas por los polí­ticos que han gobernado, y que son deseados por familias, ciudadanos y organizaciones; son 25 años en los que el aspecto productivo ha conservado su estatus como una economí­a conservadora y dinámica de tamaño medio.

No es de olvidar que la mayorí­a de sectores de la actividad económica se muestra insensible a las oportunidades de mejoramiento social de los trabajadores, lo que hubiera condicionado de forma positiva el desarrollo de nuevos mercados y el aprovechamiento de tecnologí­as de vanguardia para actividades como la agricultura orgánica, por ejemplo.

En lo económico por la misma opción que ha prevalecido desde el inicio de la era “democrática”, los guatemaltecos hemos renunciado de facto al papel que parecí­a estar reservado para nosotros como lí­deres regionales en Centroamérica y como promotores de una nueva modalidad de bienestar y desarrollo en la cual pudieron combinarse intereses capitalistas con la protección del medio ambiente y la generación de mayor equidad social.

En lo social, esta temporada de veinticinco años, es negativa y con perspectivas poco alentadoras, pues no se logró ni siquiera mejorar los niveles de bienestar, y algunos de los más insultantes fenómenos de explotación y marginación se han agravado; la pobreza se agudizó tanto en términos cuantitativos como en las formas especí­ficas que adopta en los contextos rurales y urbanos más desfavorecidos.

A lo anterior se añade, el proceso de descomposición social en los que persiste la explotación sexual y laboral de menores, se aumentó de manera escandalosa la peor de las formas del crimen organizado, las masacres y el sicariato.

En lo polí­tico, el resultado es muy desalentador; es obvio y además decepcionante la ejecución de los gobiernos “empresariales” que plantearon la erradicación de las formas más pedestres de corrupción en la conducción de las instituciones públicas, y resultó que la creencia equivocada de que no iban a robar y que trabajarí­an con transparencia. No fue cierta, pues eliminaron del mapa de los activos del Estado los bienes más rentables como AVIATECA, GUATEL, INDECA, BANDESA, CORREOS Y TELí‰GRAFOS entre otros.

El colmo de esta contradicción se encuentra en el hecho que los “empresarios” amigos del grupo gobernante fueron el centro de todas esas transacciones donde se mostró con mayor claridad la corrupción. De lo anterior, resulta entonces muy conveniente aprovechar esta temporada de propaganda electoral para reflexionar sobre a quién de los candidatos votaremos.