La vida rota


Justo el 30 de septiembre de 1988 -hace veinte años- se terminó de imprimir la edición facsimilar de la 4a. edición, 1970, de La vida rota (cuentos) de José Marí­a López Valdizón, Ministerio de Cultura y Deportes, Colección narrativa Guatemalteca Siglo XX, Serie Miguel íngel Asturias. Para tal estampación se incluyó un «Estudio introductorio» de mi autorí­a, del que entresaco los siguientes párrafos.

René Leiva

José Marí­a López Valdizón nació en Rabinal, la tierra del Rabinal Achí­, el 14 de junio de 1929 y fue secuestrado en la capital guatemalteca el 22 de Julio de 1975 como un sacrificado más por la sinrazón y por los enemigos de la inteligencia creadora.

La cuentí­stica de López Valdizón se encauzó desde sus inicios en la corriente del cuento moderno de raí­z americanista. Algunos conocedores de su narrativa creyeron ver en ocasiones la influencia de Juan Rulfo, dada su magia, poesí­a y realismo, a la vez que sus personajes alientan y se mueven dentro de una atmósfera casi fantasmal. Tanto descripciones como diálogos suelen ser sumarios, directos, precisos. Pero el autor reconoció a la vez la eminente función social de sus cuentos. Aunque la muerte es muchas veces una suerte de leit motiv, los personajes, paradójicamente, no pierden con la muerte su vitalidad. «Yo siempre estaré con quienes buscan la esperanza hasta en las horas más negras de nuestra vida (…) Para mí­ la pluma es una gran arma de combate al servicio de la causa de nuestros pueblos», dijo en una ocasión.

Pero por supuesto el primer compromiso es con el arte, y en este aspecto vital López Valdizón cumple a cabalidad. Su procedimiento para con el género es vertical y profundo como querí­a Julio Cortázar, de condensación espacio-temporal, con una hábil adaptación a la narración de los fragmentos más intensos que convienen a la realidad, y no más. Siempre se corre el riesgo de asistir a la transfiguración de la rutina y de asumir el desafí­o de desentrañar lo que no está dicho o no quiso decirse, porque ello implica una lección de lo iniciativo y lo excepcional. Siempre se encuentra la relación de hostilidad de los protagonistas con los esbozos de un supuesto telón de fondo, apenas visible para el lector, en el que aparecen las sombras chinescas de lo inexorable en lucha con lo antidoméstico. Los acontecimientos, pasivos o dinámicos, están en la misma aguja que hilvana fantasí­as y realidades.

Los cuentos de López Valdizón, por supuesto, alientan por encima de la «realidad oficial», la que él no acepta, honra o adora por ningún concepto. En cambio nos demuestra que podemos ser más fuertes que ella y aun más vitales. Su prosa no es polí­tica, ni mucho menos ideológica o adaptada al llamado «realismo socialista», ni se entrega a dogmas o «revelaciones», y por ello lo que transmite, quiera o no, son vivencias, problemas de todos, tensiones psicológicas, malas conciencias, incomodidades. Su voz, por encima de anécdotas criollistas, costumbristas o vernáculas, permanece sin embargo en el ámbito de lo extraordinario, multiplicando los ecos que acosan a sus personajes delirantes o insomnes. A este cuentista le tocó vivir a profundidad la década revolucionaria (1944-1954) y el trauma no resuelto de su abrupta disolución; conoció la vida campesina de primera mano; supo no en el aula universitaria sino en el terreno de los hechos, lo que Asturias llamara el «problema social del indio»; recorrió caminos empedrados, aldeas semifantasmales, hombres y mujeres proscritos del paraí­so terrenal; oyó historias tan inverosí­miles que le parecieron demasiado reales…

(De La vida rota existen al menos ocho ediciones; la primera, Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1960, en idioma español, inglés y francés. La edición de 1970 es ilustrada por Marco Augusto Quiroa, Roberto Cabrera y Elmar Rene Rojas.)