La Editorial Cultura publicó y presentó en la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua) la reedición de «La vida rota», una compilación de cuentos del desaparecido forzosamente José María López Valdizón.
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Con estos cuentos, López Valdizón ganó el Premio Casa de Las Américas, de La Habana, Cuba, en 1960. Pese a ello, el libro anteriormente era difícil de conseguir, ya que la primera edición había sido casi prohibida en Guatemala.
López Valdizón fue escritor en los años más crudos de la guerra interna en Guatemala. Debido a su actividad intelectual, fue forzosamente desaparecido en 1975, en la esquina de la parroquia La Recolección, en la zona 1 de la ciudad capital.
Como escritor, perteneció al a generación Saker-ti, es decir, esa agrupación de escritores, pintores e intelectuales que, a la luz de los gobiernos de la Revolución, se dedicaron a llevar el mensaje de modernización e igualdad a través de su arte.
Sin embargo, como ya se conoce la historia, la mayoría de los miembros de esta generación debió salir al exilio, ya que con la invasión de mercenarios de 1954, el terreno se volvió peligroso auspiciado por el fantasma anticomunista.
Pese a la peligrosidad, López Valdizón continuó por ciertos períodos en el país.
El grupo Saker-ti tenía por objetivo impulsar siete consignas, las cuales constan en su manifiesto inaugural. Las siete consignas, para resumir, era la aplicación de los ideales políticos y sociales del presidente Juan José Arévalo Bermejo.
Por la contrarrevolución, los intelectuales de Saker-ti encontraron en la poesía social y en el realismo crítico el campo de batalla; pese a la nobleza de estas posturas críticas, hay que señalar que en muchos casos, y no sólo en Guatemala, se reducían a panfletos políticos que ofrecían poca calidad estética.
En el caso de José María López Valdizón, y en especial en «La vida rota», que por mucho es su mejor libro, el libro no es un panfleto, sino que a través de una gran sensibilidad social, logra traducir el dolor de la pobreza, la muerte, el hambre, la locura, el alcoholismo, en fin, todos los problemas por los que pasaba el guatemalteco común y corriente durante los años sucios.
Es de resaltar que los cuentos de «La vida rota» gozan de un gran mérito, y es el factor sorpresa con el que López Valdizón golpea al lector en el final de cada relato.
Es, pues, la vida que gozan los personajes, pero de un momento a otro se rompe, para no volver. La vida es un aspecto positivo, como fórmula dentro de los cuentos, pero al final advierte el lector que no es así, que la vida se corta de tajo y sorprende.
Estas oposiciones, vida y muerte, son las constantes en los cuentos de este libro.
En el primer cuento, por ejemplo, «Mi niño nació difunto», tal vez el mejor del texto, se narra la historia de un padre que cuenta que su hijo se murió dentro del vientre de su esposa.
El oxímoron «nacer muerto» es un imposible, pero que adquiere sentido en este relato. No se puede nacer si se murió antes, por supuesto. Pero el dolor del no nacimiento de los hijos de unos padres que esperan con ansias por una vida nueva, es una de las mejores metáforas del libro.
«La vida rota», además, evoca las sensaciones y los sentimientos de la guerra interna. A lo largo de catorce relatos, López Valdizón logra describir una sociedad guatemalteca que se muere lentamente dentro de una guerra.