Después de largos años de estudio, y del notable -pero frustrante- proceso de prueba y error, por fin he logrado descifrar una de mis tradicionales reflexiones.
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Y es que, toda mi vida he intentado vincular esta vida con mis cálculos precisos y certeros. Ni bien me encierro en mi más interno y oscuro interior, las gráficas tridimensionales empiezan a fluir desde el punto preciso 0. Pese a ello, jamás había estado tan cerca de algo tan grande.
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Anteriormente, había ganado cierta reputación, incluso en la Academia de Patafísica, al demostrar mi teoría sobre que los personajes, llamados invariablemente P (P1, P2,…, Pn, Pn 1), de una novela, a la cual denominaremos N, podrían entenderse y pronosticar su comportamiento a través de una simple tabla del modelo de la Teoría de los Juegos, en donde «n» debía ser un número cuadrado exacto menos uno, a fin de que se pudiera cumplir.
Gran escándalo -e incluso asombro- provoqué en la Academia, cuando fui retado a demostrarlo en una novela X, en ese mismo instante. Alguien, tal vez más sagaz que yo, propuso La colmena, a lo que yo invariablemente admití y cumplí. Alguien, quizá con envidia, al ver demostrada mi teoría, refirió «Dios no juega a los dados», a lo que yo respondí: «í‰sa es una excusa de los mediocres», y todos rieron de buena gana.
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Sin embargo, también tuve sonados fracasos, sobre todo mi teoría sobre la posibilidad de enriquecer el ajedrez eliminando el alfil de la diagonal blanca. Me parecía (y aún me parece), que su movimiento de izquierda a derecha no era tan certero, y hasta me pareció pusilánime, por lo que, por referir palabras equivocadas, fui acusado de homofóbico, y mi reputación cayó en lo bajo.
El camarada Menard propuso, posteriormente, una teoría similar, en la que discutía la posibilidad de eliminar a un peón de torre, y ganó reputación al concluir descartando esta transformación.
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Después de muchos cálculos, he llegado a la conclusión. He optado por realizar agudas observaciones en los puntos álgidos de la vida cotidiana, a los cuales les he asignado un valor numérico, quizá -si se quiere- arbitrario, pero con la objetividad de la Matemática. Después de lograr varios cientos de millones de datos, que fueron ingresados, pacientemente a mi computadora, he logrado extrapolar la gráfica que define la función de la vida.
Sé que algunos considerarán este ejercicio como ocioso, debido a que suponen que la vida tiene un factor sorpresa. Sin embargo, este factor también adquiere un valor numérico, variable (por supuesto), y se integra en la siguiente gráfica.
V = A sin (2? fx ?)
Donde V es el valor variable que adquiere la Vida, A es el valor otorgado a la arbitrariedad del momento, el cual es un número variable entre 1 y 5, y que se calcula según la coyuntura; fx es la frecuencia en la que incide (o reincide, si se quiere) el patrón x, y ? es el valor variable, que se constituye en el factor sorpresa, un número que se encuentra entre el 0.00001 y el 1.000000
También puede ser calculado como
V = A sin (2?/T ?),
si no se cuenta con el factor x, y sí con la T, que es el período de oscilación entre tiempo y espacio.
El período T en esta gráfica, es el menor conjunto de valores de X que corresponde a un ciclo completo de valores de la función; en este sentido, toda función de una variable que repite sus valores en un ciclo completo es una función periódica.
Si el valor T tiende a uno, el período se reduce a 2?.
La arbitrariedad A es el máximo alejamiento en valor absoluto de la curva medida desde el eje X. Y el factor sorpresa ?, refiere que la fase da una idea del desplazamiento horizontal. Si dos gráficas tienen la misma frecuencia e igual polaridad, se dice que están en fase, y ocurre lo que comúnmente denominamos enamoramiento. Si dos gráficas tienen la misma frecuencia, pero distinta fase, pueden coincidir en polaridad, pero tarde o temprano tiende a un desfase, o lo que comúnmente denominamos divorcio, ya que una de las gráficas entra en un período de adelanto o atraso, con respecto a la otra.
Sin embargo, no tiene sentido comparar la fase de dos funciones con distinta frecuencia, puesto que éstas entran en fase y en desfase periódicamente.
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Ahora bien, analizando en su ejemplo más sencillo, esta función analizada en solitario es caracterizada por sus altibajos. La vida, pues, como se observa tiende a desarrollarse en períodos contrastantes. Mientras se permanece en estado de quietud, en otro momento tendría que acelerarse la variable A, y tender al movimiento. De la misma manera, se cambia de la tristeza a la alegría, del descanso al trabajo, de la lucidez a la estupidez, de la riqueza a la pobreza, y del aburrimiento a la felicidad.
Científicos en otros puntos de la historia, han intentado descifrar esta misma gráfica. Sin embargo, han fallado en su intento por su humano deseo de intentar, artificialmente, que esta gráfica permanezca en su punto más alto siempre. Es decir, que tienda a ser una línea recta en su eje Y, sin variación en el X, o bien un plano que tienda al infinito, si se observa en tres dimensiones.
Pero esto tiende siempre a terminar mal. Los griegos (me parece) le llamaba a esto «romper el flujo trágico», con lo cual realizaron cientos de obras dramáticas vigentes hasta hoy.
La gráfica que mejor refleja la vida es una gráfica senoidal. Quien no esté de acuerdo, es porque quiere una vida rectilínea. Quien quiera mantenerse en su punto más alto, altera los factores naturales de la vida, por lo que ¡ay de aquel!, porque la justicia terrenal no alcanzará para medirlo (pero Alá sabe más).
PS: en discusiones sobre esta teoría con mis camaradas, uno de ellos me hizo ver que sí, tenía razón, pero que mi limitada visión en dos dimensiones me creaba problemas, y que si llevaba esta visión a las cuatro dimensiones, me conducía a una estructura de la doble hélice, como la del ADN.
* Al pie de la letra es una sección literaria, completamente especulativa; no posee valor científico.