La vida, el cigarro y el alcohol


Para mi padre es inconcebible que una mujer fume. Dice que la mujer que fuma bebe licor y la que bebe licor se acuesta con cualquiera, «es medio puta». Así­ de caverní­cola es su visión del mundo, simple, extrema, suicida. Cuando le presenté a mi esposa (que apenas era mi novia en ese entonces), le dije que le contara su teorí­a sobre las mujeres y él campantemente la expuso. Al final le dije: «Padre, tengo que anunciarte que me casaré con una puta». Se avergonzó mucho y dijo muy apenado que «siempre hay excepciones».

Eduardo Blandón

Las cosas, para fortuna de todos, han cambiado y quizá estos prejuicios son sólo del pasado que con suerte sólo dan risa (o compasión). Las mujeres fuman tranquilamente y el número de ellas es muy grande, talvez superior al de los hombres. Uno lo ve en las universidades, las jovencitas fuman sin parar, nerviosas, ansiosas y con una actitud liberada. De nada valen las normas que indican «no fumar en ambientes cerrados», ellas saben cómo escapar de la norma y concederse un permiso para disfrutar de una bocanada que si no les da mayor salud, sí­ tranquilidad ?aparentemente-.

No sé cuántas de esas bellas jovencitas beben, pero no estoy seguro que el hábito de echarse un cigarrillo esté ligado al de ingerir licor. Conozco a niñas (así­ les llamo por cariño) que no fuman y, sin embargo, beben como descosidas, al grado de quedar en estado de estupidez total: dormidas, baba de fuera y cara irreconocible. Así­ ha evolucionado el mundo y es poco lo que se puede hacer cuando todo está en contra para enseñar lo contrario

Quizá por eso es que se legisla a granel tratando de impedir que la juventud se pierda irremediablemente. El otro dí­a apareció una ley en Inglaterra que prohí­be el sexo con mujeres con tragos (borrachas), la nota dice que una acción como esta «será considerada automáticamente como estupro». La lógica explicada por ellos es que una mujer bajo los efectos del alcohol es incapaz de comprender y querer, así­, cuando una mujer denuncie una violencia sexual, la policí­a deberá proceder de inmediato a un examen de sangre y de orina. Si la tasa de alcohol resulta elevada, el hombre acusado no podrá defenderse alegando que ella lo hizo por su propia voluntad, sino que será automáticamente puesto bajo investigación por estupro.

Por supuesto que no todos están contentos. George McAlylay, presidente de un movimiento en defensa de los hombres, «Uk Men’s Movement», cree que la ley no funcionará: «Â¿Cómo se acertará si una mujer ha perdido el poder de autodeterminación? Pero, además, se introduce una discriminación. Un hombre que bebe permanece responsable de sus acciones, una mujer no».

No habrí­a tantos problemas si nadie fumara ni bebiera, pero eso es imposible. Agobiados por la vida y perdidos en un mundo al que no se le encuentra ni patas ni cola, nada mejor que un buen cigarrillo y una rica cerveza, eso sí­, mejor si es en compañí­a de alguien especial (pero nada más, sin necesidad de putear, como dirí­a mi padre).