La vergí¼enza bancaria


Marí­a del Mar

Desde hace algún tiempo, Guatemala viene sufriendo el infortunio de la quiebra de varios bancos que, aparte del daño causado a sus cuentahabientes, del descrédito para el paí­s y del escándalo provocado en las finanzas públicas, se derivaron secuelas que están causando escozor en el ánimo de los usuarios del sistema bancario nacional, que no goza de una franca credibilidad y que ha caí­do en grandes irresponsabilidades, actitud que tiene sin cuidado a las autoridades encargadas de velar por un sano desenvolvimiento bancario y la exactitud en el manejo de sus movimientos de capitales para protección de su clientela. Y precisamente por la falta de vigilancia y de acciones de la Junta Monetaria y de la Superintendencia de Bancos, es que una sobre otra se vinieron produciendo las debacles bancarias que atropellaron sin compasión a cientos de gentes sencillas que con el máximo esfuerzo de sus vidas habí­an logrado los ahorros que serí­an la seguridad de su ancianidad, pero la voracidad de banqueros sin escrúpulos los dejaron en la vil miseria. Esta descomposición social trajo más quebrantos, dudas y desesperanzas a la clientela bancaria que hoy en dí­a está sometida a los abusos de la banca existente en el medio: cobro extra por chequeras, cobro extra por el manejo de cuenta, pero lo peor es llegar a los extremos del robo descarado, frente a la nariz del depositante, pues si una cuenta grande o pequeña que sea no se moviliza, cada mes se le descuenta por parte del banco, hasta que el banco se apodera de todo el dinero depositado, como le pasó al señor Morales, quien a consecuencia de una larga enfermedad que padeció, cuando le dieron de alta en el hospital, se presentó al banco y su gran sorpresa fue que al querer sacar su ahorro le informaron que esa cuenta estaba cancelada, ¿es esto justo, es correcto que una cuenta sea clausurada por el banco y se adueñe del dinero depositado, sin mandar ni siquiera un aviso a los interesados?, esta forma de robar se llama: robo descarado y ¿qué pasa con nuestros flameantes responsables de la honestidad bancaria? Como dice el poeta «aquí­ se pudre el llanto de la selva». Y mientras tanto seguimos aguantando las quiebras, la última, el rimbombante Bancafé, lujoso, distinguido, nadie sospecharí­a de su cruel cáncer terminal. Muchos critican el grito tardí­o del gobierno, pero bueno eso no extraña, ya sabemos de qué pie cojean. Creo que cuando surgen problemas hay que estudiarlos, no precipitarse en las decisiones para no seguir lastimando más a los afectados. La devolución del dinero de los depositantes fue muy mal planificada, eso de citar a los miles de afectados en sólo tres bancos para recuperar su capital provocó un desorden mayúsculo y castigó a la multitud de interesados a hacer largas colas por más de 10 horas bajo el sol y el agua para que al final un empleado mal encarado saliera a decirles que se cerraba la actividad, recomendándoles volver el dí­a lunes. Encima de causar grandes problemas, que lesionan la dignidad de la clientela, la tienen que humillar sometiéndola a barbaries de abusos por reclamar lo que es suyo, lo que les pertenece. Lo correcto hubiese sido que el propio Bancafé se encargará de la devolución de los fondos a sus propietarios citando cierta cantidad de clientes por zonas o bien por el abecedario para evitar desórdenes y las tediosas colas, además de darle un trato amable y respetuoso a los cuentahabientes. Por otro lado los usuarios de los bancos del sistema se quejan y protestan por la forma tan grosera en la atención diaria que les prestan cuando van a retirar fondos, ya que se ha vuelto rutinario que los ventanilleros, anuncien que no se les va a atender porque «no hay sistema». Las quejas a este respecto cada dí­a se hacen mayores y los depositantes refieren que en varias ocasiones para retirar fondos han tenido que ir hasta tres veces al banco y soportar con estos atrasos gastos extras, pérdida de tiempo, cansancio y otros daños. Extraña que con las técnicas modernas los bancos en lugar de prontitud en el servicio, vayan de retroceso, ¿o es que ese tal truquito de «no hay sistema» tiene otros intereses escondidos?