POR REV. MARCO A. RODRíGUEZ, Ph. D.
Todo verdadero padre de familia se llena de regocijo cuando contempla a sus hijos crecer, jugar y disfrutar normalmente de la vida, en todo queremos brindar a que los niños logren alcanzar el nivel más alto de felicidad durante el desarrollo de su niñez. Ello significa hacerles participar de juegos -deportes- divertidos, fiestas, compartir sus fantasías juveniles y ayudarles a realizar sus sueños en la vida. Todo eso es bueno, y mucho más, para el bien de la familia.

Entonces: ¿Qué es lo malo de Halloween? ¿Es sólo divertirse? ¿Todo eso es simplemente fantasía? ¿Qué es lo que hay de oculto y el riesgo en Halloween?
SU HISTORIA Y SU ORIGEN
Aproximadamente unos tres mil años antes de Cristo -confirmado por la historia- una civilización de individuos llamados celtas, que habitaban en las islas británicas, escandinavas y gran parte de la Europa oriental, llevaban una vida común y corriente, así como muchos segmentos de nuestra sociedad. Sin embargo, los celtas eran controlados por una sociedad secreta de sacerdotes paganos llamados druidas.
Los druidas eran satanistas que adoraban y servían a Samhain, el dios demoníaco de la muerte. Esta casta de sacerdotes controlaban las vidas de los habitantes utilizando métodos basados en el terror y la muerte, enfermedad y destrucción. Estas prácticas producían opresión tanto física como espiritual.
El 31 de octubre de cada año, los Druidas convocaban a los celtas a celebrar a Samhain. La fiesta se conocía como el «Festival de Samhain» o el «Festival de la Muerte». Este festival se conoce actualmente por quienes practican el satanismo, como la víspera del año nuevo de la brujería.
Anthony Lavey, autor de la Biblia Satánica, sostiene a sus seguidores en su «calendario anual» tres fechas importantes para ellos: El cumpleaños de Satanás, el 30 de abril; el 31 de octubre, Día Sagrado de la Brujería, para adquirir placer y poder sobre los males, y el cumpleaños de cada uno de los seguidores.
Lavey sostiene que es durante la noche de Halloween, los prosélitos de Satán, brujos y ocultistas, adquieren el máximo poder para utilizarlo en sus conjuros contra sus enemigos y opositores. Sostiene que esto es debido a que Satanás y sus reales poderes disfrutan en el máximo apogeo de su efectividad.
TRICK OR TREAT
Los sacerdotes druidas iban de casa en casa solicitando que les proporcionaran todo tipo de comidas extrañas para su propio consumo y dedicarlo a Samhain, durante el «Festival de la Muerte». Si las personas de la comunidad no les daban comida, los sacerdotes les sentenciaban una maldición satánica. La historia señala que algún familiar, de la familia maldecida, se enfermaba y moría dentro del período del año. De esto emana la frase «Trick or treat», truco u obsequio.
Los druidas portaban un gran nabo y en él esculpían un rostro humano, el cual representaba el espíritu demoníaco del cual ellos dependían para darles poder y sabiduría. Este espíritu es llamado «espíritu de adivinación» (Hechos 16: 16-18). El nabo se le iluminaba, los druidas creían que el nabo contenía «espíritu de adivinación».
Cuando esta práctica llegó a América durante el siglo XVIII y XIX, los nabos escaseaban, pero existía un vegetal que fue sustituido rápidamente por el nabo: la calabaza o ayote.
Como se puede comprender claramente, el Halloween no representa una celebración cristiana. Es más, representa hoy lo mismo que representa en el pasado, esto es, una fiesta dedicada a Satanás.
¿Cí“MO ENTRí“ LA PRíCTICA DEL HALLOWEEN A LA IGLESIA?
Cuando Constantino el Grande, como lo llama la historia, llegó a ser Emperador, él firmó el Decreto que establecía el «cristianismo como la religión oficial del imperio» y quienes se opusieran se arriesgaban a sufrir desde la cárcel y pena de muerte.
Como consecuencia de esta situación, los paganos entregaron sus templos dedicándolos al Cristianismo, dejando intactas sus costumbres paganas con algunos leves cambios y entre ellos, la celebración del Festival de Samhain.
En el siglo IX, el Papado de Roma declaró el 1 de noviembre como Día de Todos los Santos -se supone que era para recordar a los mártires de la era apostólica-. La gente podría celebrar el festival del 31 de octubre -una celebración pagana- y al día siguiente una celebración cristiana.
¿DEBEN LOS CRISTIANOS PARTICIPAR EN HALLOWEEN?
Las protestas más comunes hacia quienes nos oponemos a dicha celebración son: «Le están arrebatado la diversión a los niños», «están exagerando, ya que nosotros no creemos en esas falsedades», etcétera.
Los cristianos de convicción y formación no tenemos ni debemos participar, debido a los antecedentes históricos de Halloween que se relacionan con el miedo, el terror y la muerte. «Tres elementos básicos usados por Satanás como el antítesis de la fe» (San Agustín de Hipona). No nos hagamos cómplices de «las obras de las tinieblas» (San Pablo).
La Biblia nos marca los pasos a seguir por el sendero: «No nos ha dado Dios espíritu de cobardía -temor- sino de poder» (2ª. Timoteo, 1:7) Hay personas que disfrutan, por así decirlo, del tremendo horror, el susto que produce a los niños de corta edad al ver los disfraces de mortal expresión. Las afirmaciones dadas por psicólogos y psiquiatras del tremendo impacto que esto produce en las mentes infantiles grandes traumas en el desarrollo de sus vidas y ello ha conducido a severos trastornos mentales después de una experiencia semejante. Es necesario comprender la cita paulina que es clara y terminante «no existe comunión entre la luz y las tinieblas, ni concordia entre Cristo y Belial» (2ª. Corintios 6:14-18, y 7:1)
Finalmente, debemos reflexionar que la mencionada celebración es totalmente opuesta a los principios cristianos, por ser totalmente demoníaca, pagana, dominada por un espíritu ajeno y extraño que es el que está detrás de ese evento. Invitamos a los padres de familia y a los maestros a que cultivemos en la mente de nuestros muchachos costumbres cristianas, enseñándoles la verdad. Ese día sería bueno aprovecharlo para desarrollar una actividad especial donde la comunidad escolar participe como alternativa para capturar la mente y el tiempo en aquellas cosas que ayudarán al mejor desarrollo de mañana. No es ocultarle lo malo, sino explicarles el peligro. Ojalá que podamos exclamar la expresión de Josué: «Mi casa y yo serviremos a nuestro Dios».