El Alcalde del municipio de Casillas, en el departamento de Santa Rosa, salió al paso de los temores de la población por supuesto robo de niños y dijo de manera tajante: «Aquí no se roban a los niños, sino que las madres los venden» y para el efecto se basó en reportes del Registro Civil que le permiten afirmar que son muchas las madres que se embarazan para luego vender a sus hijos y dijo que el precio de los bebés recién nacidos anda por los 15 mil quetzales. En otras palabras, tal y como hace poco tiempo anheló un columnista de prensa, el famoso mercado ya está operando en toda su dimensión y hay mujeres que encuentran su medio de vida en la producción de niños cuya venta es pactada desde antes de que nazcan para que sean entregados a sus compradores que luego son conocidos en el extranjero como padres adoptivos.
Para una mujer en el área rural, carente de ingresos y en condición de pobreza, vender un hijo cada año por 15 mil quetzales puede ser un buen negocio. Y vistas las cosas como piensan los que creen que todo lo que está basado en las normas del mercado es bueno, pues obviamente se trata de una producción como cualquier otra, cuyo fin esencial es proveer de ingresos a quien la realiza.
El caso no es, por supuesto, hecho aislado ni algo que ocurra simplemente en Casillas, sino que es un fenómeno que se repite a lo largo y ancho del territorio nacional. Cierto es que Guatemala es un país en el que abunda la violencia y mucha gente pierde la vida, pero para exportar tantos niños como para que se diga que somos el paraíso de las adopciones no tenemos suficiente «materia prima» hablando en los términos básicamente económicos. Y es que otro gran problema que existe es que no hay cifras confiables sobre el tema de la adopción, puesto que aparte de las que se tramitan notarialmente con participación de la Procuraduría General de la Nación, tenemos una gran cantidad de inscripciones anómalas de niños que se hacen para que los padres adoptivos figuren como padres naturales de los infantes. Cuando se pacta la compra del niño anticipadamente a su nacimiento, algunos de los «tramitadores» hacen que los compradores (también conocidos como padres adoptivos) estén físicamente en el país para acudir al Registro Civil a hacer la inscripción pertinente.
En otras palabras, tenemos un floreciente negocio en el que hay modalidades para todos los tipos y para todos los gustos pero, eso sí, siempre y cuando el dinero contante y sonante llegue a los que manejan las redes de la compraventa de infantes. No sólo somos paraíso de las adopciones, sino paraíso para mostrar cómo funciona el mercado hasta con el negocio de los niños.