La Utopí­a de Marx


Harold Soberanis*

Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo.

La mí­a sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo.

Pero su tarea es quizá mayor.

Consiste en impedir que el mundo se deshaga.

Albert Camus


Como sabemos, el término utopí­a es un neologismo inventado por Tomás Moro en el siglo XVI, cuya principal obra lo lleva por tí­tulo. En ella su autor describe la vida idí­lica de una sociedad que no existe. Durante esta época se escriben, además del libro de Moro, otras obras que abordan el mismo tema como, por ejemplo, La Ciudad del sol de Tomasso Campanella, y La Nueva Atlántida de Francis Bacon. Todas ellas tendrán una caracterí­stica en común, a saber: la de hacer una crí­tica velada a la sociedad de su época, a través de la descripción de un mundo mejor, de una comunidad humana superior pero sin decir cómo se puede construir. Por esto precisamente no debemos confundir utopí­a con mito, pues éste quiere ser una explicación a un fenómeno que escapa de nuestra comprensión, en tanto que la utopí­a es una crí­tica a cierta forma de sociedad polí­tica cuyas condiciones de desigualdad e injusticia la convierten en una comunidad indigna. Y es este elemento el que hace de la utopí­a una peligrosa arma polí­tica.

Como bien señala Marx, el defecto de las utopí­as en general es quedarse en el plano de la crí­tica social sin indicar cómo se puede llegar a realizar la nueva sociedad que proponen. Es esta carencia la que ha dado a la utopí­a el carácter de idealista, de algo irrealizable denominando, por extensión, utópico a todo aquel proyecto que lleve en su seno la sombra de una quimera.

Sin embargo, no debemos entender por utópico algo imposible de realizar. Es esencialmente esta idea la que deseo defender en este artí­culo. Por cuestiones de espacio me centraré especí­ficamente en la filosofí­a polí­tica de Marx tratando de demostrar que si bien se puede considerar al marxismo como una utopí­a, esta debe ser entendida no como algo irrealizable, sino como la posibilidad de lo concreto, como dirí­a Bloch.

Como indiqué arriba, Marx y Engels hacen una fuerte crí­tica al movimiento socialista del siglo XIX, que sirvió de base, entre otras cosas, para el cooperativismo. Aunque ambos pensadores comienzan simpatizando con los socialistas franceses, a tal punto que se adhieren a ellos, más adelante se alejaran de esta filosofí­a por considerarla muy idealista. Para distinguirla de su propio pensamiento, al que ellos llaman socialismo cientí­fico, la denominarán socialismo utópico, queriendo enfatizar, con el uso de este término, la falta de rigor cientí­fico en su discurso.

En efecto, a Marx y Engels les parece que la crí­tica que los socialistas franceses hacen de la sociedad, al señalar las causas de la desigualdad social es valiosa y certera. También la propuesta de una sociedad mejor donde todos los seres humanos vivan con dignidad la consideran pertinente. El problema radica en que no dicen cómo se puede llegar a construir dicha sociedad. Y no lo pueden hacer porque carecen del análisis cientí­fico de la historia. Esto les impide poder penetrar en la lógica interna de la historia y de las sociedades humanas. No pueden comprender que las sociedades son creación humana y que la historia la escriben los hombres concretos desde su particular condición material.

Esta es exactamente la aportación de la teorí­a marxista. Dicha teorí­a al hacer un análisis cientí­fico de la historia encuentra que es la lucha de clases el motor que impulsa su desarrollo. La historia no está escrita a priori, ni es la providencia quien la crea. Son los seres humanos concretos quienes, desde su condición material, la hacen a través de la confrontación que se produce por ubicarse en distintas y antagónicas clases sociales, las que a su vez son consecuencia del modelo económico que impera en determinado momento histórico. íšnicamente conociendo la lógica interna de dicho proceso, podremos comprender lo que las sociedades son en un perí­odo especí­fico. Tal comprensión nos permitirá, por tanto, no sólo hacer una crí­tica de los males de la sociedad en la que estamos sino también -y he aquí­ lo más importante- nos dotará de las armas conceptuales con las que podremos construir una sociedad más digna y justa. Esta es, como sabemos, la sociedad comunista, una sociedad en la que no existirá la propiedad privada de los medios de producción y por lo mismo, no habrán clases sociales ni las naturales desigualdades que éstas provocan.

A pesar de la insistencia que estos pensadores hacen para que su filosofí­a polí­tica no sea considerada como una utopí­a más, mucho ven en ella una propuesta imposible de llevar a la práctica. Empero, habrí­a que reinterpretar la filosofí­a de Marx y Engels para recuperar el espí­ritu que anima su pensamiento. Habrí­a que reinterpretarla como utopí­a, pero otorgándole a este término un nuevo significado. Es cabalmente esto lo que procuró realizar Ernst Bloch

Bloch es el filósofo marxista de la utopí­a concreta que ve en la filosofí­a de Marx la posibilidad de construir un mundo mejor, sin caer en quimeras imposibles. Para ello, lo primero que hace es vaciar al concepto de utopí­a de todo aquello que indique imposibilidad, otorgándole un renovado significado. Así­, pasamos de la utopí­a abstracta a la utopí­a concreta. Sólo el marxismo permite perfilar la utopí­a desde un ángulo cientí­fico, histórico y objetivo. El análisis cientí­fico de Marx, que le permitió comprender las condiciones materiales concretas de la historia humana, le dotó de los elementos necesarios para vislumbrar, a partir de la comprensión del presente, el camino de la concreción de la utopí­a. Esto es posible, según Bloch, porque la historia no está cargada únicamente de pasado sino que lleva implí­cita la configuración del futuro.

Este nuevo significado de utopí­a como lo posible concreto, deberá llenarse y articularse con el pensamiento humanista del joven Marx. En los últimos años a consecuencia de los más recientes acontecimientos históricos, se ha iniciado una reinterpretación del pensamiento de Marx, especialmente de aquellas obras que escribe en su juventud. Es justamente en estas primeras obras donde su pensamiento está marcado por un profundo sentido utópico en cuya esencia se concentra una visión humanista. Es desde esta perspectiva que Bloch retoma la filosofí­a marxista y desarrolla su propio pensamiento sin renunciar, claro, a las categorí­as conceptuales básicas de Marx. Es, asimismo, desde este ángulo que debemos considerar, a la luz de los tiempos que corren, el pensamiento de Marx como la única utopí­a posible. Sólo en este sentido es permitido denominar utópico el invaluable pensamiento de este destacado filósofo.

Bibliografí­a

Aguilar Umaña, Isabel. La utopí­a posible, los derechos humanos como construcción racional del sueño. Armar editores. Guatemala, 2006, 272 páginas.

Montenegro, Walter. Introducción a las doctrinas polí­tico económicas. Breviarios 122. Fondo de Cultura Económica. México, 1996, 328 páginas.

*Profesor titular del Departamento de Filosofí­a

Facultad de Humanidades

Universidad de San Carlos de Guatemala

haroldsoberanis@usac.edu.gt