La unidad vuelve a tambalearse


Manifestaciones en Vilvoorde, Bélgica, por la crisis polí­tica. FOTO LA HORA: AFP

La dimisión presentada por el gobierno belga reafirmó el temor a una escisión del reino, dividido entre valones francófonos y flamencos, hasta el punto que parte de su prensa empezó a adoptar el viernes un tono de despedida, como un diario que tituló: «Bye, Bye, Bélgica».


La partida de uno de los partidos de la coalición mayoritaria, los flamencos liberales, precipitó el jueves la renuncia del gobierno de Yves Leterme, que llevaba únicamente cinco meses en el poder, a raí­z de un nuevo conflicto lingí¼í­stico entre las dos principales comunidades belgas.

Por ahora el rey Alberto II ha dejado en el aire su decisión de aceptar o no la dimisión, con la esperanza de hallar entretanto una solución que evite una crisis de consecuencias imprevisibles para el futuro del paí­s.

Pero mientras el soberano intensifica sus gestiones para tratar de salvar el gobierno, otros responsables, como el ministro de Finanzas, Didier Reynders, se mostró el viernes poco optimista.

«Es hora de preguntarse cómo vamos a vivir juntos en Bélgica en los próximos años. Hay que atreverse a plantearse esta cuestión», estimó Reynders, lí­der de una de las grandes formaciones polí­ticas francófonas, el partido liberal MR.

El fantasma de la escisión vuelve a planear sobre el reino de 10,5 millones de habitantes, al caer en su enésima crisis polí­tica desde los últimos comicios legislativos de mediados de 2007.

«Bye, Bye Bélgica», tituló el viernes el diario popular francófono La Dernií¨re Heure, mientras que el rotativo Le Soir se preguntaba en portada si la existencia de este paí­s fracturado «sigue teniendo sentido».

¿Qué sentido tiene mantener en pie un paí­s donde ya no existen ni hombres ni mujeres, ni sistemas, capaces de construir un compromiso (…) indispensable para el futuro de Bélgica?», se preguntó Le Soir. «Habrí­a que pasar a otra cosa y asumir» el fracaso del reino fundado en 1830, opinó.

Menos dramática, la prensa flamenca se inclinó sobre todo por saludar la decisión estratégica de los liberales del Open VLD de salirse del gobierno de coalición, dejando en evidencia «la impotencia de la polí­tica belga», según el diario De Standaard.

Las aspiraciones separatistas de los flamencos, que representan el 60% de la población, se están extendiendo entre su electorado, a la luz de los sondeos que muestran una clara ascensión de los partidos más radicales de la próspera Flandes (norte) frente a la empobrecida Valonia (sur).

El desencadenante de la última crisis belga es la supresión defendida por los flamencos de determinados derechos lingí¼í­sticos de los francófonos que residen en Bruselas-Hal-Vilvorde, una circunscripción flamenca ubicada en el extrarradio de la capital belga.

La falta de un acuerdo sobre esta cuestión llevó el jueves a los flamencos del Open VLD a salirse de la coalición formada además por tres formaciones francófonas y otra flamenca, lo que dejó al gobierno con un desequilibrio polí­tico inviable.

No obstante, el Open VLD abrió el viernes la puerta a un posible compromiso, pero fijando un nuevo ultimátum a los partidos francófonos para alcanzar una solución al diferendo lingí¼í­stico antes del próximo jueves.

«Si aquéllos que rompieron la confianza hacen un esfuerzo para restaurarla, podemos reevaluar la situación», declaró Alexander de Croo, lí­der de esta formación flamenca.

Pero si fracasan las negociaciones, al rey Alberto II no le quedará más remedio que aceptar la renuncia del gobierno, por lo que Bélgica acudirá a las urnas el próximo junio, justo antes de tomar el 1 de julio el relevo de España al frente de la presidencia rotativa de la Unión Europea.