La triste historia de la chatarra nacional


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Cuando el lunes 21 observé la primera plana de Prensa Libre con el titular “Roban cinco puentes del ferrocarril” y como subtítulo “Sustraen 1.8 millones de libras de acero”, con la coincidencia de que al lado, ilustrado con sendas fotos se indica que “Vuelven Torres y Baldizón”, mi subconsciente posiblemente asoció ambas noticias con la chatarra nacional y con un viejo chiste de un político del oriente de nuestra patria que en el discurso que se echó en el pueblo ofreció construir al menos cinco puentes de los más grandes y lujosos, por lo que uno de sus escuchas le dijo que allí no había ni ríos ni barrancos, por lo que no necesitaban los puentes, a lo que el político contestó muy serio: “no importa, también me comprometo a construir los ríos y los barrancos”.

Héctor Luna Troccoli


Después de mi primera remembranza, surgió la segunda, sobre el significado de la palabra ‘chatarra’, que según el diccionario puede ser la escoria que deja el hierro o bien el conjunto de piezas de metal  viejas y desechables. Después vino la tercera sobre la extraña relación entre las dos principales noticias del matutino, el robo de la chatarra y la aparición de Torres y Baldizón rumbo a la candidatura presidencial, a lo cual tienen derecho según la Constitución y si Dios no dispone otra cosa.
 
Finalmente estos chispazos me llevaron  reflexiones distintas, pero todas relacionadas con la chatarra. Lo primero es que en Guatemala existe desde hace algunos años un vertiginoso crecimiento del robo, compra y sustracción de todo tipo de chatarra que es vendida para ser fundida en unas tres empresas que tienen el monopolio de la fabricación del hierro, acero y artículos para la construcción de los mismos, que, por supuesto, son intocables, aun para el Ministro de Gobernación,  debido a que forman parte de la supercúpula. Prosiguiendo con el tema de la chatarra, no sé si pasa en otros países, pero como siempre llevamos el primero o segundo lugar en todo lo malo, no me extrañaría que solo aquí se “hueveen” puentes de acero y hierro, torres de conducción eléctrica y que en las colonias de la capital y otros departamentos hayan aparecido, como enjambre de avispas, “aluviones de zompopos”, plaga de moscas, etcétera, cientos de picops con altoparlantes a todo volumen fregándole a uno la tranquilidad ofreciendo “comprar” chatarra. Unos lo hacen porque es su trabajo, y bien por ello, pero que se anuncien no con vulgaridades, música  ranchera y sobre todo un griterío espantoso que se puede escuchar en cuadras a la redonda recordando siempre que el respeto al derecho ajeno es no joder a los demás, como digo yo, parafraseando al gran Benito Juárez.
 
Ahora bien, si el Estado no puede cuidar la vida de las personas, menos va a poder cuidar la chatarra y menos aún, saber cómo opera la mafia que se está apropiando de estos bienes, fuera de que los que van a las colonias, son, en algunas ocasiones, vigías o actores de robos en residencias. Dejemos tranquilos, pues, a los que se levantan puentes, torres, lavadoras, ollas, trastos de todo tipo, vehículos supuestamente abandonados, tapaderas de desagües o de teléfonos, alambre de conducción eléctrica o telefónica, etcétera, etcétera.
 
Pero lo que me lleva estas conclusiones fue el descubrir que según el sagrado diccionario, para definir a la chatarra se emplee en un primer término la palabra escoria y en el segundo,  que es vieja y desechable y pude encontrar ciertas similitudes con nuestra realidad nacional al concluir que, lamentablemente en todos los sectores existen escorias, desde niños que aplican el bullying a sus compañeros, hasta funcionarios y empresarios ladrones, fuera por supuesto del ampliamente conocido y nunca bien ponderado “crimen organizado”. Asesinos, drogadictos, narcotraficantes, ladrones, violadores, pervertidos, jueces deshonestos, fiscales amorales, sádicos, indiferentes, necios, abusivos, haraganes, burócratas indolentes, alcaldes ladrones, tecnócratas incompetentes, empresarios y funcionarios moderlones, corruptos, y para qué más, allí tenemos parte de la escoria nacional (oficial y no oficial), parte de la chatarra que poseemos y que lamentablemente no se mete en un horno de cinco mil grados centígrados para fundirla y convertirla en algo útil.
 
En la definción también se usan dos adjetivos que son piezas “viejas y desechables”. Y de eso sí tenemos también en abundancia: instituciones, leyes, políticos, burrócratas, abogados, doctores, analistas, expertos, representantes de la sociedad civil, militares, ingenieros, empresarios, sindicalistas, enemigos de la naturaleza y el medio ambiente, defensores de la indignidad, discriminadores, altaneros, presuntuosos, vanidosos, desconfiados, indiferentes, violentos, etcétera, etcétera, que son “viejos y desechables” y que igual que los otros deberían de ser lanzados a esos hornos gigantes y convertirlos en palas, azadones, hierro de construcción o de cerco, canales, canaletas, tejas, y muchas cosas más que necesita tanto nuestra gente más pobre.
 
 De todas formas, la moraleja es que debemos de terminar con esa especie de chatarra nacional, porque que ya los ladrones están terminando con la de metal, solo falta que le echen el ojo a la Torre del Reformador.

ME VIENE DEL NORTE. Este artículo que espero unos poquísimos hayan leído iba a enviarlo para el 25 de mayo, pero a última hora, pero en lugar de eso, envié el que llamé la Minirradiografía de Otto Pérez, que causó críticas hacia el presidente y, como siempre, los que no tienen inteligencia sino tienen su cabeza llena de m…uchas otras cosas, salen con insultos y diatribas y no con argumentos. Estos, para ser muy, pero muy cortés, porque si no se enojan, me vienen del norte y se pueden ir a la… punta del chorizo. Ya dije que ni quiero ni busco chance. Como le dije a un cuate que me ofreció uno de asesor recogepisto a fin de mes ¡”ese chance dáselo a tu abuela!”. ¿Estamos?, como dijo aquel uno.