Ayer, con tono indignado, el Presidente le avisó al general Otto Pérez Molina que la transición no es fiscalización y que en todo caso corresponde a la Contraloría de Cuentas y al Congreso el papel de auditar las cuentas. Lo primero que uno piensa al leer esa cínica afirmación es que, ni modo, quién no va a querer que la inútil Contraloría y el corrupto Congreso sean los que hagan la fiscalización, si todo mundo sabe que usan la misma chamarra para taparse. Los ciudadanos, todos, tenemos derecho a fiscalizar y si nos dicen que únicamente la Contraloría y los diputados pueden cumplir esa función es como que nos digan: “Déjennos hueviar tranquilos y no se metan con nosotrosâ€.
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¿Cómo quiere Colom que Pérez Molina reciba la información que ellos quieren dar sin someterla a escrutinio ni verificar si la misma es correcta? Si él fue tan baboso de actuar así cuando le tocó recibir el poder es problema suyo, pero ahora es necesario realizar una auditoría completa de la forma en que se manejaron los fondos públicos y esa función no la pueden realizar entidades que son cómplices de la corrupción, como ha sido hasta el día de hoy la Contraloría de Cuentas y, sobre todo, un Congreso que hasta el mismo Colom llegó a calificar como un mercado en donde se compran y venden los votos. En otras palabras, quiere que los ladrones certifiquen que él es honesto, en lo que es el colmo del cinismo porque no cabe pensar que fue una expresión tonta sino que un gesto desesperado para que no le sigan contando las botellas de guaro que le compra la SAAS, entre otras cosas.
Ningún gerente que llega a una empresa asume el cargo sin realizar una especie de corte de Caja para saber qué le están entregando y si todo fue realizado conforme a las normas legales y éticas. Si no lo hace, se vuelve responsable de todo lo mal hecho por la anterior administración y en buena medida eso fue lo que hizo Colom cuando dio por buenas las cuentas que le presentó Berger durante la transición. Luego vino su lloriqueo sobre lo mal que le dejaron las finanzas y otros problemas administrativos, pero se tragó los informes que le dieron por carecer de un equipo que hiciera la transición fiscalizando lo que les entregaban.
Este pobre Presidente sigue más perdido que el día en que resignó el mando para dejarlo en manos de su mujer y junto a su equipito tendrán muchos años por delante, primero Dios, para seguir platicando como lo hacen ahora en su programa radial, llorando sus cuitas porque tiene que saber que nunca en la historia del país un gobierno llegó a su final en situación tan patética. Es tan torpe que dice que la transición no la prolongará hasta el 14 de enero, sino que terminará antes. Mientras él siga de Presidente y Pérez Molina siga como presidente electo estamos en período de transición, quiera él o no. Conceptualmente no entiende, por lo visto, lo que significa la transición y otra cosa es que a partir de ahora ordene a sus ministros que ya no den más datos a sus sucesores, lo cual únicamente se explica como con el acuerdo para reservar los datos de la SAAS, es decir, para tapar aquellas actitudes que tarde o temprano terminarán saliendo a luz y serán la guinda de un gobierno marcado por la traición que se hizo al pueblo que eligió a ílvaro Colom Caballeros para que gobernara y no a Sandra Torres de Colom, quien se convirtió para efectos prácticos, en el verdadero poder de este gobierno en el que el Presidente, electo por los guatemaltecos, pasó a ser un cero a la izquierda.