Extraña ciencia ésta del caos. Atenta contra los principios metafísicos; es una ciencia de los procesos, no de los estados estables; del devenir, no del ser, y salta por encima de las tradicionales fronteras que separan las distintas especialidades científicas, en cuanto se presenta como ciencia de la naturaleza de todos los sistemas, a la vez que le da una especial relevancia a la noción de «azar».
En la historia de los pueblos esta teoría tiene la misma aplicación, y, tal vez, en este ámbito sea más visible. Baste una ojeada a la prensa de cualquiera de estos días.
Sencillamente, apliquemos esta teoría a la situación que ha vivido y se vive en el renglón de la violencia. Solemos decir que Guatemala es una de las ciudades más violentas del mundo; lo decimos, tal vez, sin saber todo lo que esto implica. Pero, la respuesta a cómo hemos llegado a este punto, no nos la planteamos.
De forma consciente, con la ayuda de actitudes complacientes y permisivas en todos los niveles, familia y sociedad, gobierno, tal vez, desviando objetivos, haciéndonos de la vista gorda, incluso, medrando, etc., lo que permitió la acumulación de fuerzas que, necesariamente, determinaron la catástrofe. Es la teoría del caos.
El crimen que hoy nos aterroriza, comenzó poco a poco, tolerado, controlado a medias, con complicidades y corruptelas, y un largo etc., hasta reventar en una catástrofe social. Descubrimos que alrededor del mundo hay fuerzas terribles que se acumulan, y, a la manera de los nubarrones que ascienden, turbulentos y amenazadores, disparándose primero rayos entre ellos, luego, descargándolos sobre la tierra, como resultado de la fricción de las energías acumuladas, se descargan sobre nuestro mundo amenazando el sistema que conforma nuestra vida.
Otro de los puntos neurálgicos que tenemos que considerar, y que hoy nos tiene aprisionados, preocupados y consternados, es el problema de lo que han dado en llamar «crimen organizado». Se trata de una fuerza determinada por dos ingredientes: primero, fue algo contra lo que no se luchó a tiempo, se le dejó crecer, desarrollarse, organizarse, extender sus conexiones internacionales, y adquirir, así, un poder claramente paralelo al poder del Estado. Se hizo con recursos inmensos, y se alió con otras líneas convergentes del delito.
Otro factor fue el tiempo. Estas fuerzas contaron con todo el tiempo necesario para consumar su perfecta, cerrada y fuerte organización. Aprendieron. Todo esto fue generando una fuerza, un campo de tensión, que tarde o temprano tendría que provocar la crisis. La ola tiene que reventar por necesidad igual que el embarazo. Y, aquí estamos. En cuanto el Estado ha hecho frente, como fuerza contraria, todo se ha disparado a la manera de esos juegos pirotécnicos que estallan en el aire divididos en múltiples formas llenas de color.