La teorí­a del caos II de III


Extraña ciencia ésta del caos. Atenta contra los principios metafí­sicos; es una ciencia de los procesos, no de los estados estables; del devenir, no del ser, y salta por encima de las tradicionales fronteras que separan las distintas especialidades cientí­ficas, en cuanto se presenta como ciencia de la naturaleza de todos los sistemas, a la vez que le da una especial relevancia a la noción de «azar».

Fernando Mollinedo

En la historia de los pueblos esta teorí­a tiene la misma aplicación, y, tal vez, en este ámbito sea más visible.  Baste una ojeada a la prensa de cualquiera de estos dí­as.

Sencillamente, apliquemos esta teorí­a a la situación que ha vivido y se vive en el renglón de la violencia. Solemos decir que Guatemala es una de las ciudades más violentas del mundo; lo decimos, tal vez, sin saber todo lo que esto implica. Pero, la respuesta a cómo hemos llegado a este punto, no nos la planteamos.

De forma consciente, con la ayuda de actitudes complacientes y permisivas en todos los niveles, familia y sociedad, gobierno, tal vez, desviando objetivos, haciéndonos de la vista gorda, incluso, medrando, etc., lo que permitió la acumulación de fuerzas que, necesariamente, determinaron la catástrofe. Es la teorí­a del caos.

El crimen que hoy nos aterroriza, comenzó poco a poco, tolerado, controlado a medias, con complicidades y corruptelas, y un largo etc., hasta reventar en una catástrofe social. Descubrimos que alrededor del mundo hay fuerzas terribles que se acumulan, y, a la manera de los nubarrones que ascienden, turbulentos y amenazadores, disparándose primero rayos entre ellos, luego, descargándolos sobre la tierra, como resultado de la fricción de las energí­as acumuladas,  se descargan sobre nuestro mundo amenazando  el sistema que conforma nuestra vida.

Otro de los puntos neurálgicos que tenemos que considerar, y que hoy nos tiene aprisionados, preocupados y consternados, es el problema de lo que han dado en llamar «crimen organizado». Se trata de una fuerza determinada por dos ingredientes: primero, fue algo contra lo que no se luchó a tiempo, se le dejó crecer, desarrollarse, organizarse, extender sus conexiones internacionales,  y  adquirir, así­, un poder claramente paralelo al poder del Estado. Se hizo con recursos inmensos, y se alió con otras lí­neas convergentes del delito.

Otro factor fue el tiempo. Estas fuerzas contaron con todo el tiempo necesario para consumar su perfecta, cerrada y fuerte organización. Aprendieron. Todo esto fue generando una fuerza, un campo de tensión, que tarde o temprano tendrí­a que provocar la crisis. La ola tiene que reventar por necesidad igual que el embarazo.  Y, aquí­ estamos.  En cuanto el Estado ha hecho frente, como fuerza contraria, todo se ha disparado a la manera de esos juegos pirotécnicos que estallan en el aire divididos en múltiples formas llenas de color.