No tengo la menor duda que debemos cambiar el modelo pedagógico que aún sobrevive en nuestras escuelas y que se constituye en la manera de enseñar e interactuar con los estudiantes. Nunca el imperativo de innovar la educación ha sido tan importante como hoy con el propósito de aprovechar los avances de la tecnología al servicio de la inteligencia y el desarrollo general del ser humano.
En pleno siglo XXI es absurdo que repitamos las viejas estrategias pedagógico-didácticas de la época industrial para sacar provecho de las nuevas generaciones e insertarlas al mundo laboral. De entrada hacemos mal nuestro oficio y no le hacemos ningún favor al país que necesita savia nueva capaz de entender y modificar efectivamente el mundo.
En este sentido, innovar quiere decir en primer lugar, ser capaz de tomar distancia del viejo orden para situarlo en el lugar que le corresponde. Hacer una crítica lúcida del modelo pasado para rescatar, si acaso, los buenos propósitos, las finalidades, planteadas por los filósofos de entonces, empeñados, quizá, en construir al hombre del futuro.
La crítica necesaria debe conducir posteriormente a la comprensión del nuevo contexto histórico que viven (vivimos) nuestros estudiantes y profesores mismos. Una realidad del todo diversa y casi sin ningún anclaje con un pretérito que se antoja paleolítico y digno de estudio arqueológico. La asimilación de los nuevos desafíos permitirá, sin duda alguna, plantearse metas renovadas y estrategias innovadoras para una sociedad ahora posmoderna.
El nuevo contexto global exige herramientas y modos de aprendizajes nuevos. Y uno de ellos es Internet. Es impensable referirse a la educación sin dedicar un capítulo a la red. Los teléfonos inteligentes, las páginas sociales y los incontables sitios de navegación exigen no solo atención por parte de los educadores, sino ingenio para aprovechar un recurso valioso para alcanzar las competencias tan deseadas por quienes establecen los fines de la educación.
La red no debe odiarse ni rechazarse en principio como troglodita digital. El buen educador debe sacar provecho a un recurso todavía poco explorado y explotado. La mediación pedagógica vía On Line aún es semivirgen. Así lo manifiesta Darrel M. West, en el libro titulado “Digital schools: how technology can transform education”. Para el autor, todavía queda mucho por hacer en la sabia utilización de Internet.
Es cierto que la red también puede volvernos estúpidos, así lo dijo Nicholas Carr en su libro “The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains”. Pero más allá de la mala prensa y los riesgos reales, la educación tiene el desafío de sacar provecho a un instrumento sin el que es posible ponerse a la altura de los nuevos tiempos. No se puede dar la espalda a la tecnología digital. Deberíamos pensarlo más y poner manos a la obra.