La socialdemocracia, ¿al gobierno?


Los procesos sociales se desenvuelven con independencia de la voluntad y deseos de las personas. Lo que las personas pueden y deben hacer es tratar de encauzarlos y, en el caso de los revolucionarios, hacerlo en dirección de las transformaciones que permitan a la sociedad, sus estructuras e instituciones desembocar a etapas superiores de avance y desarrollo.

Ricardo Rosales Román

Una etapa que se agota tiene que dar paso a una que la cambie de raí­z, la mejore sustancialmente y, exitosamente, la supere. Ello sólo puede darse como resultado de la lucha polí­tica, popular y social, la organización de las masas, su unidad y amplitud, convencimiento, capacidad y decisión de marchar en esa dirección. En otras palabras, a partir de la toma del poder polí­tico, la voluntad y resolución que exista y condiciones en que se esté, es lo que hace posible y necesario concretar las transformaciones que pongan fin a los rezagos e injusticias prevalecientes, y pasar a una etapa superior de desarrollo, progreso y justicia social.

Teóricamente y en la práctica, ésta es la diferencia que separa a las posiciones y lucha revolucionaria, de las corrientes reformistas en general, y de los pseudoizquierdizantes y la socialdemocracia, en particular.

Tengo en cuenta que en el momento actual y por el carácter de la época, la «tercera ví­a» ha pasado a constituirse en el soporte e impulsor principal del neoliberalismo y la globalización, y el incondicional aliado de la polí­tica imperial estadounidense en lo militar, geoestratégico, de seguridad, guerra, ocupación y conquista.

Lo que también es cierto es que al interior de la socialdemocracia coexisten tendencias de derecha, de centro y de izquierda y que, dependiendo de las condiciones, predominen unas u otras. Está claro, además, su carácter reformista. A su vez y en consecuencia, que es conservadora en lo polí­tico y social e ideológicamente acomodaticia. Su objetivo principal es interceptar y posponer los procesos revolucionarios, salirles al paso, impedir que lleguen a alcanzar su objetivo estratégico.

En Guatemala, no es mucho lo que separa a la socialdemocracia «a la criolla» de las pseudoizquierdas locales y más lo que les une y acerca. Por su proceder y modo de pensar, parecen ser una y misma cosa. Su diferencia es que los pseudoizquierdizantes van a la cola de los socialdemócratas:

Ahora bien, por si ha pasado desapercibido vale la pena traer a cuenta lo siguiente. Los que se dicen socialdemócratas al interior de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), no pueden ignorar y les conviene que el partido en que están cuente con el apoyo de los menos neofeudales (si es que los hay) del G-8 que, según elPeriódico, reúne a ocho de los principales grupos empresariales del paí­s que desde el principio financiaron la campaña y que, en mi opinión, consienten que sus «lí­deres» se pronuncien a favor de «los cambios» a condición de que todo siga igual, sin importarles que tienda a empeorar.

Esta coincidencia no es casual. Los socialdemócratas, de palabra, están a favor de ciertos «cambios» y, más en concreto, de los que no se den en forma abrupta y menos que toquen las estructuras. Es su gatopardismo «con olor a tamal de maí­z»? importado, además de transgénico y contaminado.

Que yo sepa, en el caso de Guatemala, el proyecto socialdemócrata más serio, consistente y avanzado para su momento, giró en torno a la figura de Manuel Colom Argueta. Su asesinato truncó aquella perspectiva polí­tica y social transformadora. De eso me consta porque en las dos oportunidades que conversamos (estaba yo en la clandestinidad), me quedó claro el rumbo principal que vení­a imprimiéndole al Frente Unido de la Revolución (FUR) desde posiciones de izquierda. El FUR estaba a favor de agotar la ví­a electoral, participar en ella e instaurar un gobierno civil, democrático e institucionalmente con amplio respaldo social y popular. A sus más consecuentes seguidores no les fue posible continuar con aquél importante esfuerzo.

También tengo presente que no hace más de dos años se me habló de que en cí­rculos universitarios se estaban viendo las posibilidades de reorganizar a la socialdemocracia en el paí­s. Desconozco si el proyecto prosperó.

Sin embargo, entre las votaciones del 9 de septiembre y la segunda vuelta, el presidenciable de la UNE empezó a «hacer gala» de sus posiciones socialdemócratas. Para mayor sorpresa, su vicepresidenciable se declaró igualmente como tal, al dí­a siguiente de que se dieron a conocer los resultados del 4 de noviembre.

Al respecto cabe preguntarse: ¿Qué hay detrás de esto? ¿A qué fuerza o proyecto sustituye o le da continuidad la socialdemocracia en el paí­s o cuál retoma? ¿Es que se está en ví­speras de que haya un gobierno socialdemócrata o, como lo dijo el ahora presidenciable «más votado», que se vaya a «crear un paí­s socialdemócrata»?

A estas interrogantes y otras cuestiones más, me referiré la próxima semana.