La socialdemocracia



Para muchos guatemaltecos hablar de socialdemocracia es como hablar del diablo, porque se considera que se trata de una posición izquierdista y es el nuestro un paí­s tremendamente conservador en donde hay resistencia a abordar los temas sociales y considerar como válido el argumento de que debe promoverse la justicia social. Sin embargo, para simplificar las cosas y para que no se piense mal, vale la pena decir que se trata ahora de privilegiar la solidaridad entre los elementos de la sociedad para buscar justicia, de manera que todos podamos tener por lo menos iguales oportunidades frente a la vida.

Una cuestión tan sencilla como el ofrecer a todos nuestros niños alimento balanceado, aunque sólo fuera pensando en que los necesitamos como mano de obra capaz y calificada, es impensable en una sociedad que se ha vuelto cada vez más cerrada y que reniega de todo lo que huela a social porque se ha privilegiado de tal manera el individualismo que no entendemos que es imposible alcanzar cualquier meta si no pensamos en que debemos compartir un espacio, una realidad y un futuro con otros miembros del conglomerado y que por lo tanto debemos esforzarnos porque todos podamos mejorar nuestras condiciones de vida.

Tristemente las realidades que se nos imponen todos los dí­as confirman el daño que nos provocó polí­tica y socialmente el trauma del 54, cuando la intervención norteamericana dividió artificialmente al paí­s entre comunistas y anticomunistas sin espacios para el término medio. Y la socialdemocracia es cabalmente una mitad de camino entre las radicales posturas de una derecha egoí­sta que todo lo quiere para sí­ y una izquierda radical que pretende quitar al que tiene para dar al que no tiene. Ni una ni otra expresión resuelven los problemas del paí­s sino que hace falta un justo medio que ha sido imposible por esa ausencia de tolerancia que hay entre nosotros y el radicalismo de las posiciones.

Justo es decir que a las condiciones casi instintivas de muchos de los que han clamado por el egoí­smo como patrón de vida, se suman las condiciones de una prédica pseudoideológica de indoctrinamiento desde el aula universitaria en donde se enseña a quienes parecen llamados a ejercer liderazgos de futuro que no hay que hablar de lo social, que el mercado es lo único que cuenta y que la solidaridad no tiene el menor sentido. Que la suma de los egoí­smos individuales será lo que haga prosperar al conjunto, pero que no hay que cobrar impuestos ni nada que se parezca. En cambio la socialdemocracia se basa en la solidaridad y si la logramos aprender, haremos del nuestro un mejor paí­s.