La soberaní­a de Guatemala


Las circunstancias están dándose para poner en duda si la soberaní­a finalmente se arraigará o se perderá en Guatemala. Muchos guatemaltecos a quienes la población ha elegido para que les gobierne han resultado ser vulgares vende patrias. Pero cuando la persistencia entreguista asoma sus fauces de una manera tan descarada, avalada sólidamente por los más poderosos del CACIF, la cosa da pánico.

Roberto Arias

El entreguismo se encuentra agazapado tras las «licitaciones» para realizar explotaciones mineras -Recuerde Belice, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo, etc.-, que se expenden como volantes en la calle, a empresas nacionales y extranjeras que llegan a Guatemala única y exclusivamente a explotar la debilidad del Estado, de las leyes y la flojedad de un pueblo por cuyas venas pareciera circular la deshonra. Por medio de inversiones y licitaciones, se realizó la moderna usurpación inglesa de las Islas Malvinas o Falklands, que llevaron a los argentinos a prohibir el transporte de materiales relacionados a la explotación petrolera en esos ámbitos. La medida gubernamental fue sostenida en el incumplimiento inglés de acuerdos diplomáticos entre ambos paí­ses, reiteradamente incumplidos por las licitaciones de áreas petroleras habilitadas por Inglaterra en Malvinas. A raí­z de estos conflictos, la guerra se desató el 2 de abril de 1982 con la llegada de los argentinos a las islas y culminó con la rendición de Argentina el 14 de junio del mismo año, cuando los ingleses recuperaron, para su dominio, los tres archipiélagos: Las Islas Malvinas; las Islas Sándwich y las Georgias del Sur. El uso soberano de los recursos naturales le vale madre a los guatemaltecos, incluyendo a presidentes, militares, civiles, jueces, algunos periodistas, diputados y magistrados de la Corte de Constitucionalidad; a los pocos que lo apoyan les vuelan bala y asunto arreglado. Si no, vean cuántos campesinos han muerto impunemente en San Marcos por oponerse a la mina Marlin y en el Petén por oponerse a la explotación de petróleo dentro de un humedal situado en una importantí­sima zona núcleo de la Reserva de la Biosfera Maya, categorizada como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Cuando los franceses, canadienses, etcétera, hayan llegado al clí­max de la explotación de los recursos naturales en Guatemala sin dejar más que el uno por ciento del producto económico de lo extraí­do y, quieran los guatemaltecos rescatar los desérticos despojos de la patria, ya será tarde. Guatemala es constantemente prostituida y no hay quien les pare la mano a los autores de tal prostitución. Es prostitución arraigada y el gobierno en quiebra. Guatemala es saqueada de diversas formas, desde adentro y desde afuera; vea el lector la evasión fiscal… cobijada por algunos empleados gubernamentales. Guatemala está dentro de los pocos paí­ses que no administran soberanamente sus

reservas petroleras, mayormente con el cobarde capital guatemalteco, cuya única visión es quedarse con la tierra y sus recursos naturales, sin arriesgar mayores inversiones. El capital es un instrumento de trabajo. Así­ se dignifica. Pero, ¿Y la soberaní­a de Guatemala? Guatemala no es un paí­s que, como la Argentina, se vaya a la guerra contra quienes tomen su soberaní­a en usurpación, menos aún con un ejército diezmado, fracturado y en peores condiciones que la selección de fútbol. ¿Qué será, entonces, del futuro de Guatemala? Y, finalmente ¿A cuántos, de verdad, les importa? ¿Qué piensa usted, lector(a)?