El Salvador: rehabilitación de presos
El 80% de los presos salvadoreños no puede o no quiere seguir programas de rehabilitación en las cárceles del país, aquejadas por la violencia que se deriva del hacinamiento, de los ajustes de cuentas entre bandas rivales y la ley que impone el crimen organizado.
Con una capacidad para 7.372 reos, en las 20 prisiones del país conviven 14.225 presos, de los que sólo el 20% se ha sometido a algún plan de rehabilitación o tratamiento psicológico para controlar su ira, mejorar su moral, superar la adicción a las drogas o explotar sus habilidades.
«Quisiéramos que todos pudieran rehabilitarse. Se les da esa oportunidad, pero son ellos, los mismos reos, los que deciden», aseguró el director de Centros Penales, Jaime Vilanova.
La minoría que trata de rehabilitarse desea terminar sus estudios de educación media, otros aprenden oficios y a otros se les da asistencia psicológica.
«Ahí (en los penales) es poca la gente que se rehabilita, no le ofrecen mayor cosa a uno y de todos modos cuando saben que uno ha estado preso siempre piensan que uno es malo, así que para qué rehabilitarse».
Honduras: Reos con esperanza
Cerca de mil reos de la tercera edad, algunos enfermos de Sida, aguardan en un pabellón maloliente de la Penitenciaría Nacional (PN) de Honduras, que aparezcan las autoridades para liberarlos gracias a un indulto prometido por el Gobierno de Manuel Zelaya.
«Yo padezco de reumatismo y por lo menos quiero ir a morir afuera», dice el reo Concepción Sánchez (78) mientras fuma un cigarrillo de marihuana, acomodándose en su cama en una estrecha celda de 2,5 X 3 mts.
«Eso aquí es normal y así quieren salir, lo peor es que (están) tan viejos», afirma un policía, mientras Sánchez esconde el puro de marihuana bajo la cama.
El coordinador de los presos, que no quiere dar su nombre, con no más de 30 años, se queja de que los miembros de la Defensa Pública «han venido no menos de 20 veces a decir que van a sacar a los viejitos, por el indulto, pero son puras mentiras».
«Aquí hay gente con sida, epilepsia, esquizofrenia, diabetes, enfermos mentales, tuberculosis y por lo menos esa gente ya debería estar afuera», subraya el prisionero.
El Gobierno ha ofrecido excarcelar a los reos con edad avanzada y enfermedades terminales y las autoridades estiman que unos mil podrían beneficiarse de la medida.
En el ala de los reos de tercera edad hay 53 celdas con dos prisioneros en cada una, algunos de los cuales tienen grabadoras con música navideña o rancheras.
Nicaragua: Iniquidad, pobreza y desesperación
Las celdas preventivas policiales de Nicaragua encierran con crudo dramatismo un submundo humano de iniquidad y pobreza en que hombres semidesnudos, famélicos y febriles se suman en amarga desesperación.
Con la mirada extraviada, casi una veintena de hombres recluidos en una celda de unos cinco metros cuadrados se ponen en pie, más con la certeza de darle rienda suelta a su desahogo, que de cambiar la situación casi infrahumana en la que están, constató la AFP.
El hedor que escapa de las cañerías y la suciedad de los inodoros es penetrante; hay nubes de zancudos y enormes ratas deambulan por el lugar para espanto de los infortunados cuya suerte depende de la agilidad de la justicia para decidir su causa.
«Hablemos ahora o callemos para siempre» dice Róger Pérez, que asume el liderazgo de sus compañeros de infortunio para narrar precipitadamente la situación carcelaria en la delegación de Policía del municipio de Ciudad Sandino, 15 kilómetros al oeste de Managua.
«Aquí estamos marginados. No hay luz, ni agua, los baños están pestíferos, la comida es mala y todos estamos enfermos de dengue», dijo el hombre de 26 años, que ya lleva cuatro meses de detención por una acusación de robo.
Costa Rica: «Visión humanista»
Al contrario de lo que sucede en América Latina, donde el sistema penitenciario hace agua por el hacinamiento y la violencia, en Costa Rica una «visión humanista» puesta en práctica desde hace tres décadas ha dado hasta ahora excelentes resultados, según las autoridades.
El sistema de prisiones costarricense, que alberga a poco menos de 8.000 presos, está basado en el respeto de los derechos humanos de los presos y la observancia de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución, así como el diálogo, la integración al trabajo o el estudio.
«Nuestra filosofía en el sistema penitenciario parte de la premisa de que los privados de libertad son seres humanos, que tienen derechos fundamentales tutelados por la Constitución, como el derecho a estudiar o a trabajar», dijo a la AFP el director interino del Sistema Penitenciario Nacional (SPN), Reynaldo Villalobos.
Según Villalobos, en las cárceles de Costa Rica no existe la sobrepoblación o el hacinamiento, que se han convertido en una de las causas de la violencia en la prisiones de la región.
Alrededor del 70% de la población carcelaria costarricense está integrada a la vida laboral, ya sea en tareas agrícolas, como producción de alimentos: granos, legumbres o frutas, para abastecer al sistema penitenciario mismo, o en otros oficios como la ebanistería.
Panamá: el país con más presos
Con 11.640 prisioneros en cuarenta prisiones, de los que sólo el 40% ha recibido condena, Panamá es el país que más gente encierra en la región después de Estados Unidos.
«Panamá encierra prácticamente el doble que el promedio de otros países», aseguró a la AFP Elías Carranza, director del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente (ILANUD).
El pequeño país del Istmo, con una población de poco más de 3 millones de habitantes, sigue fiel el modelo estadounidense, el campeón de las detenciones en la región con una tasa entre tres y cuatro veces más alta, según Carranza.
Esto contribuye al hacinamiento y a la lentitud con que opera la justicia panameña, haciendo que el 60% de los presos permanezcan a la sombra, a veces durante largo tiempo, sin condena.
«Queremos garantizar un sistema penitenciario más humanizado, que pueda contar con las condiciones mínimas para una auténtica resocialización», aseguró la ministra de Gobierno y Justicia, Olga Golcher.
Con capacidad para 7.246 personas, el sistema penal panameño está en el ojo de la tormenta desde hace dos años por las constantes fugas de narcotraficantes y peligrosos delincuentes que sobornan a la policía encargada de custodiar las prisiones.