Cuándo fue ¿importa?, quizá antes con otra mentalidad, hubiera recordado fechas. Hoy, ante un mundo que se intuye diferente, no recuerdo, ni me importa la fecha en que la vi por primera vez. Recuerdo sí, el entorno en que nuestras vidas se encontraron. Lo primero y ello si lo recuerdo con claridad, que me llamó la atención fue su jardín. Ella siempre está rodeada de flores. Es imposible entenderla sin que haya que tomar en cuenta esa relación personal con su jardín, con sus flores, con sus aromas. Con el cuidado y el amor con que les devuelve el regalo de color y fragancia que ellas prodigan.
Mi intención al visitarles, era platicar con el doctor Oseguera. Habiendo sido el primero que escribiera en contra de la intervención estadounidense a Guatemala en 1954 en su libro «Operación Guatemala $O.K.» misma que fuera también la primera que reconociera la gesta de los Cadetes el 2 de agosto, deseaba pedirle que me prologara el mío que con el nombre de «En Guatemala los héroes tienen quince años», relatara la misma desde el ángulo de un actor de ella.
Como todo lo que emprende nuestro personaje está rodeado de delicadeza, cada rincón en el interior de su hogar era un poema. Limpio, ordenado con exquisito gusto. Alrededor de la mesita en la que, como buenos chapines saboreamos un café que acompañado de la amena platica, selló una hermosa relación que hoy trece años después, como su jardín, no solamente ha legado la continuidad del color y el aroma, sino ha generado un profundo sistema radicular que ha logrado extender sus raíces, alcanzando en su exploración la riqueza de una comunión que me convirtió en «adoptado del corazón».
Gladis de Osegueda es una persona excepcional. No solamente la fuerza de su carácter, sino la voluntad para entender e interpretar la vida. Para ser ejemplo. Para dar confianza y lograr que a quienes alcanza su personalidad conocedora y profunda, puedan a su vez al entender de sus palabras la inmensa y poderosa herencia recibida, rescatar la necesaria autoestima que les devuelva su condición de seres de luz. Quien como ella pueda hacer un curso de computación a los noventa años y escribir un bello libro en el que en letras se expresa el hermosísimo aroma de su conocimiento y experiencia, solamente merece reconocimiento y admiración a su férrea voluntad y a su deseo de transmitir el ejemplo de las inmensas capacidades humanas, cuando ellas son invocadas.
Y ese es el secreto de Gladys. Su comprensión al sentido de pertenencia con el Universo y la convicción de que la eternidad no puede sino ser simultánea. Y que ese valor de simultaneidad nos envuelve otorgándonos la fuerza y el poder creador que distingue al ser humano del resto de los seres de la creación.
¿Cuántas deliciosas horas hemos pasado de sobremesa en la charla interminable de nuestra mutua convicción acerca de esos fenómenos que se muestran solamente a través del estudio, de la investigación, de la voluntad y el ejemplo, para domeñar esa parte física rebelde que se niega a someterse al imperio del poder espiritual? Una y otra vez el recorrido del deleite de las experiencias, que se van abriendo como pétalos en la medida que el crecimiento se acentúa, aportando la belleza de la cada vez más profunda certeza de aquella pertenencia y de la cada vez más cercana proximidad a la puerta que te abra las nuevas dimensiones de esa parte de la eternidad, a la que la estructura física humana no tiene acceso.
La celebración entonces de un nuevo adorno a sus blancas sienes, solamente es un protocolo social, con el que le festejamos todos quienes le queremos, porque su plena convicción la identifica plenamente con la simultaneidad de la eternidad.