Ya se hizo recurrente que la Selección Nacional de Futbol esté muy por debajo del nivel del resto de países centroamericanos, lo cual presenta un panorama poco alentador, sobre todo porque el balompié del Istmo es de los peores a nivel mundial. Es decir, somos lo más mediocre de lo peor de la FIFA.
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Para la presente Copa Centroamericana había alguna expectativa, sobre todo porque se trata de un nuevo técnico, que no venía con un aura de profeta, sino como un buen técnico que ya había realizado trayectoria en Guatemala; también, alentó las esperanzas la venida de Carlos Ruiz, el Pescado, desde las competitivas ligas de Europa.
Sin embargo, el resultado fue el mismo que hace dos años, y, en vez de luchar por la hegemonía de Centroamérica -como hace años-, nuevamente se disputará el repechaje contra Nicaragua, para definir cuál de los dos es menos peor. Lastimosamente, este panorama ya se volvió costumbre, por lo que podríamos decir que ya es la tendencia, y que lo ocurrido hace dos años (cuando se quedó en sexto lugar del torneo) no fue un accidente o casualidad, sino que fue el inicio de la debacle.
El aficionado de hueso colorado, así como el aficionado que ya ni mira los partidos, e, incluso, los que no son aficionados, empiezan a suponer que la situación del futbol no se arregla con traer al mejor técnico, o con reciclar a las mejores versiones del Pescado, el Pando, el Pin, el Grillo, la Coneja, y cuanto apodo haya en la gramilla.
Empezamos a suponer que la situación del futbol nacional no es más que el fiel reflejo de nuestra situación general, incluidos los planos político, económico, social, educativo, entre otros planos de la vida.
Para empezar, el sistema federado del deporte, incluido el futbol, aún carece de la transparencia necesaria para espantar los fantasmas de la corrupción. A pesar de que los guatemaltecos pagamos más fondos para el deporte que para la justicia, nuestros resultados deportivos son nulos, y nuestras participaciones a nivel internacional rozan el ridículo. Muy similar la situación en el sistema de justicia, en que la impunidad es casi el 100 por ciento.
El mismo Juan Carlos Plata, hoy día retirado como gloria del futbol local, confesó que a su llegada a Municipal, el presidente del club, Ernesto Villa, le dosificó una buena dieta para aumentar de peso, ya que, seguramente, estaba en los puros huesos. Y, si observamos a nuestro alrededor, e intentamos ver a las futuras «estrellas» del futbol nacional, veremos que nuestro próximo Pescado Ruiz anda desnutrido en forma crónica, que apenas llegará a sexto primaria (si se empeña en ello), y que, en vez de estar chamusqueando, tiene que hacer malabares en los semáforos para colaborar con la economía familiar.
Los frutos internacionales en el deporte federado no son más que el fiel reflejo de nuestra sociedad violenta, hambrienta, corrupta e injusta. No sé por qué aún esperamos ganar, por arte de magia, una medalla olímpica o asistir a un Mundial de Futbol.
Pese a ello, considero que el deporte puede ser una buena oportunidad para generar modelos de desarrollo. A la niñez y a los padres de familia les llama la atención participar en estos programas. So pretexto de que niños, jóvenes y adultos puedan participar en torneos deportivos de la barriada, se puede convocar a reuniones comunitarias, en las cuales, se puede aprovechar para tratar temas como que tal niño está desnutrido, o que tal señor no tiene trabajo, y se puedan buscar soluciones.
Claro está, esta oportunidad solo es posible si hay ocasión de acudir a canchas deportivas, las cuales no estén cerradas todo el tiempo por temor a las maras o a los asaltos. Además, es importante que el deporte federado tenga más oferta de equipos para acaparar la demanda generada.