La seducción de la estética


Introducción: Si í‰tica se enamorara de la Estética…

Un error en que se ha incurrido en los últimos años es pensar que el polí­tico es un profesional de la polí­tica mientras la cultura está en otra parte, como si fuera la oposición. Juntar cultura y polí­tica, o sea Estética con í‰tica, significa idealmente reproducir y perpetuar el modelo de la antigua Grecia o de la fecunda estación del Renacimiento Italiano. ¿Utopí­a? No: Simplemente visión iluminada, que sin duda en el futuro cosecharí­a un mejor paí­s. Serí­a muy provechoso para nuestra sociedad que el Congreso, el Gobierno y las Instituciones tuvieran personas que dediquen a la cultura una atención polí­tica, al grado de llenar la polí­tica de cultura. El esfuerzo ético de llevar la estética a los ciudadanos, como es el caso de la reciente restauración de la Sexta Avenida es encomiable, de elogiar, apoyar y sobretodo continuar y expandir.

Por Maurizio Colombo

Omnia mutantur, «todo cambia», o «todo se transforma», teorizaba Ovidio en el quinceavo libro de «Las Metamorfosis». La última y estimulante provocación que José Toledo Ordóñez, «Pepo» para todos, sugiere con la ética de su ecológica sensibilidad y pasión, es un llamado urgente y necesario hacia una metamorfosis urbana. Con garbo estético e inteligencia, propone transformar y sanar las profundas heridas metropolitanas, con el tema de las esculturas urbanas en su última propuesta: «Ciudades Utópicas» (expuesta en Galerí­a Ana Lucí­a Gómez -arte latinoamericano-, 16ª. avenida 7-30 zona 14, hasta el 14 de marzo).

Entre los grandes enfermos de nuestro tiempo un lugar preocupante lo ocupa la Ciudad Capital. Asediada por el tráfico, sin un plan macro de reglas urbaní­sticas crece con furor anárquico, envuelta en nubes contaminantes, flagelada por el látigo de la violencia. Sin embargo, hay que dar mérito a la actual administración edil por los enormes esfuerzos para lidiar con estas problemáticas, comunes en todas las grandes metrópolis. «Pepo» está bien consciente de lo anterior. Ya en el pasado nos sorprendió con el entusiasmo con el cual logró liberar de la coerción de las rejas a los inquilinos del Parque Zoológico Nacional La Aurora, logrando ubicarlos apropiadamente en un hábitat más natural. Ahora «Pepo» como artista escultor, seduce y desafí­a una vez más con «Ciudades Utópicas».

Omnia Mutantur también fue la genial metamorfosis en la temática de las esculturas presentada el año pasado en el Hotel Museo Casa Santo Domingo en la exposición «Esculturas Peligrosas», sorprendentes creaciones plásticas. En la serie «Bestiario», «Pepo» rescata los objetos que la sociedad contemporánea descarta, restituyéndolos a una nueva dignidad y función, de rango más elevado, como componente capital de una obra de arte, logrando exaltar el potencial formal del objeto. Toma una pieza de carros por ejemplo y les otorga tutorí­a, patentándola de legitimidad estética, gratificándola hacia la nobleza de objetos y sujetos artí­sticos, simulacros de un nuevo mito de las formas en el espacio. La morfologí­a de sus composiciones revelan la tipologí­a y la estructura fí­sica de los metales que las componen, mientras el halo que las circundas reflejan cualidades metafí­sicas, o sea los signos inmateriales conexos a los objetos: su historia, su significado, su cualidad estética.

Con «Ciudades Utópicas», «Pepo» como artista condena el caos y el degrado metropolitano, proponiendo un mundo utópico, donde el espí­ritu del juego es el placer de la invención y del descubrimiento continuo, la maravilla de maravillar y maravillarse.

Para «Pepo» el arte escultórico debe salir de los museos, para manifestarse en las calles y en las plazas, con el fin de destinar las «ideas» a la gente común que, -destinataria de la cultura,- debe gozar de los productos de la ideas. La industria produce objetos para el uso del cuerpo; el arte crea los objetos y los estí­mulos para el uso del alma. En esta óptica nace la última fatiga de «Pepo».

Con la redención del espacio urbano, en el restaurado paseo de la Sexta Avenida, zona histórica recalificada culturalmente, la presencia de las esculturas de «Pepo», como museo sin paredes, nos regresa socio-culturalmente a la antigua tradición de la «ígora», la plaza, el espacio público como lugar privilegiado entorno de encuentro y confronto, recuperando culturalmente la valencia del concepto de «hábitat».

Hacer germinar la semilla del «Arte Contemporánea» en un lugar histórico deviene de un desafí­o estimulante, una apuesta; es señalar una dirección, indicar libres vastedades que contienen un alba de sentidos estéticos y la necesidad de nuevas formas urbanas. La instalación artí­stica propuesta por «Pepo», sugestiva por la selva de sólidos geométricos en distintos oasis expositivos, se convierte según el eje del observador en figuraciones volumétricas de hipotéticos edificios urbanos y si la fantasí­a nos ayuda y vuela… ¿por qué no? En bosque urbano.

Utópicamente, una reflexión para el rescate de la calidad del fragmento del tiempo que vivimos. Tiempo contabilizado por un efí­mero calendario en fuga de sí­ mismo, en la búsqueda convulsiva de los avenimientos en dirección del ya visto, del ya hecho y del ya consumido. Este es el campo y el contexto teórico en el cual se mueve crí­ticamente el trabajo de «Pepo»; según él, la existencia humana se mide siempre con el enigma del vivir y las artes son el karma, el rescate ético-estético. Las «Ciudades Utópicas» son deshabitadas en una inmovilidad cargada de espera y mágica objetividad que anuncian una potencialidad, escondida en el interior de las formas: ¡Lo inesperado!

En las acrobacias volumétricas de «Pepo», el dominio estético del espacio es el punto de partida. El éxito actúa en el plano de la invención lí­rica. Las volumetrí­as urbanas son realizadas tal vez en una búsqueda de sensaciones naufragadas y recuperadas, capaces de recoger y regalar a la vista humores escondidos, promesas de metáforas inesperadas.

A pesar de ser un escultor contemporáneo, «Pepo» no busca la confrontación con los testimonios del pasado, sino una nueva armoní­a y un moderno equilibrio. Su exposición revitaliza el concepto de representatividad en la monumentalidad de la escultura, relacionándose y dialogando con la arquitectura y los espacios externos, para confiarnos que la existencia está hecha de percepciones no percibidas, de formas que anhelan mostrar la realidad con una mirada renovada, sobre los indicios y emblemas de una cotidianidad que somos acostumbrados a ver pero no a observar.

Seduciendo la estética, el esfuerzo, la aspiración y el invito de «Pepo» son re-descubrir el gran cuerpo de la naturaleza, en el tentativo de recuperar la primigenia armoní­a entre sensibilidad y razón, entre mente y cuerpo. Un mensaje de confianza y esperanza que nos regresa a la naturaleza, percibida como inmensa madre, en grado de aliviar y sanar laceraciones, dando sentido al gesto artí­stico y a la existencia. ¡Gracias «Pepo»!

El escultor que los arquitectos odian o aman


«Ciudades Utópicas» es el último esfuerzo creativo de José Toledo Ordóñez, quien como escultor se está convirtiendo en un debate cultural muy interesante, estimulante y, sobre todo, el inicio de una vivaz dialéctica teórica. «Pepo» Toledo incursiona de manera efí­mera en el área de la arquitectura, con una serie de esculturas que idealizan un mundo arquitectónico y urbaní­stico improbable desde el punto de vista de las leyes universales de la gravedad, pero con la licencia del artista que puede crear y hacer todo sin obstáculos y censuras. Es un mundo imaginario, sin leyes de la fí­sica, para la envidia de cualquier arquitecto. La creatividad, la fantasí­a y la libertad de poder cambiar lo ya establecido, desafí­an la lógica de las leyes. Este es el mensaje de «Pepo».

¿Utópico lo anterior? Entonces no tiene sentido buscar un pensamiento, una relación teórica, estética o critica, entre los edificios, la naturaleza o la ciudad: ¡Si la forma artí­stica es absoluta, no es relativa a nada!

Tampoco entre edificio y espacio existe relación: el edificio es el espacio; el espacio (entonces la luz) es el verdadero material de construcción con lo cual el artista se exprime. El sueño supremo para «Pepo» es crear edificios que se substraen a todas las leyes naturales: que no tengan peso en el suelo, elevándose y levitando sin empujes aparentes; que no hagan pantallas sólidas a la luz, sin proyectar sombras. Más que una masa ascendente hacia el cielo, una estructura que sublima en el cielo el espí­ritu de la ciudad.

En «Ciudades Utópicas», «Pepo» opera con elegancia formal. Estudia con extrema cura las maneras para dar a la forma espacial una apariencia visible que no tenga el peso fí­sico de la materia. Rompe la masa, poniendo en evidencia las lí­neas de fuerzas. Traduce el movimiento en frecuencia, la frecuencia en ritmo, un ballet en un dinamismo cinético de formas.

«Pepo» es muy atento a las formas, a los perfiles, a las posibles tensiones de los elementos de suportes, las cuales se aprecian, a pesar de las dimensiones de los bloques (proporcionales y en distintas escala en la exhibición), donde logra un efecto de inmaterialidad y de levitación tal, que la impresión o ilusión es que los edificios no pesan sobre el terreno y no reciben empuje desde abajo.

Se puede observar, cómo están perfiladas las esquinas, que a un tiempo, unen y separan los planos de manera que cada uno de ellos valga al mismo tiempo como superficie o diafragma, portando al lí­mite extremo una proporcionalidad de horizontales y verticales.

Cabalmente, sin los lí­mites de un equilibrio que los ojos y la mente observan sin estupor o turbamiento. En el juego ilusorio, el efecto formal es parecido a las imágenes reflejadas por un espejo roto.

No nos olvidamos que «Pepo» es, primariamente, un operador cultural, mecenas de las artes y catedrático conferencista en Teorí­as de la Estética, cargando una muy pesada mochila, llena de proyectos y experiencias en los campos de la lucha por el ambiente, automovilismo, cine, literatura, periodismo, economí­a y zoologí­a. También destacó en el área de Servicios Públicos como un bastión en la apertura de los mercados de Telecomunicaciones y Electricidad de Guatemala.

En esta última aventura, «Pepo» se pone otra vez en juego y le apuesta a la parte de la antí­tesis. Sea esta ciudad, edificio, plano regulador urbaní­stico, su fin es esforzarse en mejorar el mundo en el cual vivimos, devolviéndolo más claro, más racional, más comprensible y sobre todo más divertido y creativo.

Talvez, como deseo, impulso natural de fantasí­a o nostalgia, «Pepo» desea regresarnos a su infancia en la playa y de manera pura y entusiasta presumir el mundo como era: la magia, el juego inocente y poético de los castillos de arena.