Duele ver la indiferencia con la que la Iglesia Católica ha tomado los errores en que sistemáticamente ha incurrido. Así como se aferró a que la tierra era sostenida por Atlas, que el Sol giraba alrededor de la Tierra, la sangrienta Inquisición, persecución a los judíos, cacería de brujas, y la tinta de los mares se extinguiría para enumerar en suma la intolerancia sacrílega hacia la raza humana.  Nuestra sociedad ha encumbra el papel del sacerdote, no tenemos claro todavía que significan esos hombres vestidos de negro, que ni son hombres, ni mujeres, sino semidioses a nuestro alcance; a quien contamos nuestros más íntimos sentimientos y a cambio de su discreción hacemos una donación. Nunca quisimos abrir los ojos y entender lo que eran. Para que Dios no nos castigara, callamos de generación en generación las bajas pasiones e instintos depravados de tan siniestras bestias sobre los frágiles cuerpos de la niñez. Todos en alguna época de nuestra vida hemos sido partícipes de confidencias acerca de estos infaustos degenerados. Las aberraciones cometidas sobrepasan la imaginación del ser humano. Como las relaciones sexuales que estos impíos sostiene con animales. Por cierto un espécimen de estos está próximo a salir en libertad -por buen- comportamiento.Â