«La sala de espera»


Disculpen los amables lectores si descontinúo la costumbre de desearles de entrada felicidades y prosperidad en el año venidero, pero las perspectivas de resolver el cúmulo de problemas que afligen a los guatemaltecos no me permiten ser optimista, mucho menos hacer las del avestruz, metiendo la cabeza entre la tierra para que tantas aflicciones me pasen por encima. Contribuye muchí­simo a este estado de ánimo seguir viendo a nuestro alrededor tanta miseria e injusticia, tanto dolor y lágrimas, tanta impunidad, corrupción y cinismo, así­ como la pasividad o indiferencia de un pueblo que sigue sufriendo las consecuencias de la incapacidad de sus gobernantes.

Francisco Cáceres Barrios

Por razones de trabajo me toca presenciar diariamente la «sala de espera» del Hospital San Juan de Dios de la ciudad capital. Espanta sólo ver tan larga fila de gente pobre, tan necesitada de recibir al menos un gesto de atención y consideración a sus males o a las incomodidades del familiar cercano que le acompaña. No, no estoy hablando de una amplia y bien acondicionada sala con mullidos sillones, sino de la frí­a e inhóspita calle al frente de su edificio, rodeada con toda clase de inmundicias que hacen compungir todaví­a más los rostros de los necesitados.

Estimado lector, seguramente usted alguna vez se ha enfermado y habrá sentido que le duelen hasta las uñas. Tan mal se ha sentido, que no ha podido levantar un pie y tan espantoso frí­o, que le hacen tronar los dientes contra las quijadas. Pues esos son los rostros que veo todos los dí­as y que me obligan a pensar, igualmente cada vez que veo pasar por las mañanas la comitiva del Vicepresidente con sus motoristas, -abre paso- vehí­culos blindados y coleros sonando sus sirenas a más no poder, ¿por qué las mieles del poder le hicieron olvidar aquellos dí­as de médico y cirujano o de estudiante, pasando visita con sus maestros y compañeros de estudio sufriendo por el dolor ajeno?

No encuentro palabras para explicar qué le pasa a nuestra gente que cuando están en la llanura son tan humanos, pero que al encaramarse a un puesto público olvida sus ideales y los problemas que ofrecieron resolver en cuanto tuvieran la oportunidad de hacerlo. ¿Si el multimillonario presupuesto del Estado no permite gastar en una decente y acomodada sala de espera para los enfermos que acuden al San Juan de Dios, costarí­a mucho hacer una limpia de antihigiénicas y contaminantes champas de sus alrededores y colocar tan solo bancas, como las colocadas en la 6ª. avenida de la zona 1, para que la gente enferma al menos estuviera sentada, evitando esperar de pie por varias horas, para que al llegar a la puerta le avisen que ya no hay turnos? Si esta petición resultara totalmente descabellada, anticipadamente pido disculpas a las autoridades por mi atrevimiento y de paso les deseo ¡Feliz Año!