La riqueza musical de Richard Strauss


celso

En estos 150 años conmemorativos del nacimiento de Richard Strauss, diremos que su riqueza musical es infinita. Como el mismo Strauss lo menciona “A Ritter únicamente debo el haber comprendido a Liszt y a Wagner. Él me señaló la importancia de los escritos y las obras de esos dos maestros de la historia del arte. Es él quien, con años de lecciones y afectuosos consejos, hizo de mí un músico del porvenir (Aukunftsmusiker), y me puso en el camino por donde puedo marchar ahora independiente y solo. Fue él también quien me inició en el pensamiento de Schopenhauer”. Esta columna está dedicada a Casiopea esencia de sol y sonido.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela.


La segunda influencia, la del Mediodía Europeo, que parece haber dejado en él imborrables huellas, viaje que data de abril de 1886. Visitó entonces Roma y Nápoles por primera vez, y regresó de allí con una fantasía sinfónica titulada Aus Italien (De Italia). Durante la primavera de 1892, después de una neumonía aguda, efectuó un largo viaje de un año y medio por Grecia, Egipto y Sicilia. La serenidad de esos bienaventurados países lo llenó de cierta nostalgia. Desde entonces, el Norte lo abruma, como señala el compositor: “el horrible gris sobre gris del norte, las ideas fantasmas sin sol. Cuando lo vi en Charlottenburg, un día glacial de abril, me dije suspirando que en invierno no podía componer nada; tiene la nostalgia de la luz de Italia. Esa nostalgia ha penetrado mi música, en la que se siente simultáneamente una de las almas más atormentadas de la profunda Alemania y una aspiración continua hacia los colores, los ritmos, la risa, la alegría del Mediodía”. Como el músico soñado por Nietzsche, parece “que oye resonar en sus oídos el preludio de una música más profunda, más poderosa, tal vez perversa y más misteriosa; de una música supra-alemana que no se desvanezca, no se debilite, ni se empañe ante el espectáculo del mar azul y voluptuoso y de la claridad del cielo mediterráneo; de una música supra-europea que defienda su derecho a vivir hasta en presencia de las densas puestas de sol del desierto en las que el alma se siente identificada con las palmeras, que pueda vivir y moverse entre las grandes fieras, imponentes y solitarias; una música cuyo encanto particular consistiría en no saber nada del bien ni del mal. Sólo ocasionalmente la estremecerían nostalgias de marinero, sobras doradas e indolentes desfallecimientos; vería precipitarse hacia ella, desde todos los confines, los mil matices del ocaso de un mundo moral ya casi incomprensible y sería lo suficientemente hospitalaria y profunda como para admitir a esos tardíos fugitivos”. Pero otra vez el Norte, la melancolía del Norte y “todas las tristezas del populacho”, las angustias morales, la idea de la muerte, la tiranía de la vida, vuelven a gravitar sobre esa alma ávida de luz, imponiéndole febriles meditaciones y ásperos combates.  Y, a no dudarlo, es mejor que así sea”, termina diciendo Strauss.

Richard Strauss es a la vez un poeta y un músico. Esas dos naturalezas coexisten en él y cada una tiende a dominar a la otra. A menudo el equilibrio se rompe, pero cuando la voluntad consigue mantenerlo, la unión de esas dos fuerzas encaminadas a lograr un mismo fin, consigue efectos de una intensidad que ya no se conocían después de Wagner. Una y otra tienen su origen en un pensamiento heroico, que se juzga más raro todavía que el talento poético o musical. Hay muchos otros grandes músicos en Europa, pero éste es, además, un creador de héroes. Richard Strauss compuso música ampulosa pero de enorme sentido musical.