La Revolución inconclusa


Raul_Molina

La mejor forma de conmemorar en 2014 la Revolución del 20 de Octubre es reactivándola y llevándola a etapas superiores. Hace 70 años, pocos podían imaginar en la Guatemala dominada por Jorge Ubico que se podrían cambiar las condiciones del país y vivir, pese a 14 años de férrea dictadura, una legítima democracia. Igualmente, hoy, la población no se imagina cómo podríamos quitarnos de encima a la clase política, corrupta y desprestigiada, y encarrilar nuestro país por el rumbo del progreso.

Raúl Molina


Es posible; pero, pasa por generar una fuerza tan grande que los tradicionales sectores de poder no puedan detenernos.  ¿Qué queremos? El tercer gobierno de la Revolución de Octubre de 1944.  ¿Para cuándo? Para el 2015 o antes si el gobierno actual colapsa por su total incapacidad.

En 1944, el centro y la izquierda nacionales, con el apoyo de algunos sectores de la derecha, bajo el paraguas de la alianza de Estados Unidos y la Unión Soviética para derrotar al nazismo y el fascismo,  logró una gran unidad, particularmente luego de las muertes de María Chinchilla y Alejandro Córdova, para dar al traste con el Estado policíaco. Y fue una verdadera revolución –si bien marxistas ortodoxos le llamaron revolución pequeño-burguesa– que en la gesta acabó con la servidumbre más directa. La Junta Revolucionaria introdujo modificaciones inmediatas: cambio de leyes, universidad nacional y autónoma, nueva Constitución y elecciones generales. El primer gobierno de la Revolución, dirigido por Juan José Arévalo, se hizo cargo de los cambios profundos en la educación,  las relaciones de trabajo, política internacional, salud y seguridad social. Pronto fue sometido, sin embargo, a las presiones del imperio expresadas en numerosos intentos de golpe de Estado, la batalla ideológica “anticomunista” de la Iglesia Católica y la resistencia de los grandes ricos y empresas estadounidenses que monopolizaban la producción bananera, la energía eléctrica y los ferrocarriles y los puertos.

En 1950 se eligió al segundo gobierno de la Revolución, bajo la conducción de Jacobo Árbenz, el “Soldado del Pueblo”, líder de la gesta y Ministro de la Defensa. Su proyecto de gobierno fue claro: la carretera al  Atlántico para romper el monopolio de la IRCA, una hidroeléctrica para restringir el poder de la Empresa Eléctrica y la Reforma Agraria, para pasar de relaciones feudales de producción a relaciones capitalistas de tenencia y uso de la tierra. Era la medida clave para la transformación revolucionaria del país y el desarrollo basado en la agroindustria. Y esa fue la gota que llevó a Washington a dejar de pensar en ineficientes golpes de Estado y lanzarse a una intervención directa. En 1954, esta intervención, dirigida en el terreno militar por la CIA y en el terreno político por los Dulles, Eisenhower y Nixon, cortó nuestra “Primavera Democrática”, interrumpió la Revolución y nos convirtió en el “país de la eterna represión”.

El pueblo de Guatemala ha tratado de recuperar el camino de la Revolución de Octubre muchas veces y de muchas maneras.  Lo intentó por la vía social, con las Jornadas de Marzo y Abril de 1962; lo intentó electoralmente con la socialdemocracia y los democratacristianos; y lo intentó con la lucha revolucionaria armada de 1962 a 1996. Ésta, apoyada por amplios sectores de la población en la Asamblea de la Sociedad Civil, logró fijar el rumbo para recuperar la Revolución: el Acuerdo de Paz Firme y Duradera.  La derecha lo descarriló, temporalmente; pero aguarda su momento de ejecución. Al cumplirse 70 años de la Revolución y 60 años de su interrupción, corresponde a las generaciones actuales volver a darle vida. La lucha tendrá que ser distinta; pero pasa, indudablemente, por procesos de unidad y diálogo como no se han intentado y menos logrado en seis décadas. Esos procesos ya han comenzado. Es tiempo de despertar, reflexionar y actuar.