La Revolución guatemalteca de 1944 (I)


El próximo 20 de octubre se cumplirán 64 años del movimiento popular y democrático conocido en Guatemala como Revolución de Octubre. Un perí­odo (1944-1954) descrito por Luis Cardoza como «diez años de primavera en el paí­s de la eterna dictadura». En acciones cí­vicas donde participaron maestros, estudiantes, y trabajadores, junto a mujeres integrantes de esos sectores, y militares democráticos, se derrocó la dictadura (1930-1944), del general Jorge Ubico Castañeda. Fue una voz colectiva donde hubo racionalidad e í­mpetu romántico, expresó la sensibilidad de una época y el pueblo tomó el poder. Su implicación fue la presencia del humanismo, así­ como transformaciones socioeconómicas y polí­ticas. Ciudadanas y ciudadanos hablaron sin obstáculos y empezaron a leer sin censuras. Una época de inquietudes renovadoras. Guatemala se convirtió en una nación con una fisonomí­a humana propia, en un ambiente democrático.

Carlos Cáceres

El general Ubico fue el último militar montado a caballo encabezando desfiles -señala Jorge Mario Garcí­a Laguardia- y gobernó a Guatemala como cacique de pueblo: sus decisiones incluí­an resolver disputas hogareñas o redactar resoluciones dirigidas a una Asamblea Legislativa (Congreso), dispuesta a aceptar cualquier iniciativa del Presidente. Fue un hombre cruel: utilizó el miedo, la humillación y el terror, para detener cualquier inconformidad. La Ley Fuga (asesinatos de opositores polí­ticos simulando su evasión) fue un medio para anular protestas.

La presencia del general Ubico significó años de atraso para Guatemala: impuso una permanente censura a los medios de comunicación, elaboró listas de libros prohibidos, y las librerí­as, antes de solicitar sus pedidos, necesitaban autorización de la policí­a. La información cablegráfica era controlada desde las oficinas de la Presidencia. El Ministerio de Guerra tení­a un presupuesto para el mantenimiento de los caballos más grande que el destinado para los maestros de educación primaria. No permitió el uso de palabras como huelga y sindicatos. En lugar de obrero debí­a utilizarse el término operario. El primero de mayo de 1931 fue el único que celebraron los trabajadores, aunque la concentración fue disuelta por la Policí­a. En los trece años siguientes fue anulado el movimiento sindical. Se prohibió el funcionamiento de organizaciones obreras que se fundaron en la década de 1920.

Uno de los principales temores de Ubico fue el comunismo. Nunca logró definirlo; sin embargo, apresó durante 14 años (después de conmutarles la pena de muerte) a los dirigentes (panificadores, zapateros, albañiles, carpinteros) del pequeño grupo que trató de organizar a partir de 1920 la primera expresión marxista de Guatemala pero, mandó fusilar al ideólogo Juan Pablo Wanright. Fue una bárbara prueba de su vinculación con los sectores fascistas del paí­s.

A finales del siglo XVIII se empezaron a fortalecer en Guatemala los contratos ferrobananeros. Diversos regí­menes cedieron tierras a la United Fruit Company (UFCO), resultado de la fusión entre la Boston Fruit y la Tropical Trading and Transport. En 1930 la UFCO dominaba la región del Pací­fico guatemalteco con el nombre de Compañí­a Agrí­cola de Guatemala. Se amplió durante el gobierno de Ubico al consolidar el monopolio ferrocarrilero a través de la International Railways of Central América (IRCA), propiedad de la UFCO que, además, era la dueña de Puerto Barrios, el único puerto de Guatemala en el Atlántico.

La UFCO y la IRCA eran enclaves del poder económico y sujetaban polí­ticamente a la nación. Asimismo, la Empresa Eléctrica de Guatemala, subsidiaria de la Electric Bond and Share, producí­a y vendí­a la energí­a eléctrica imponiendo a Guatemala los precios más altos de América Latina.

Guatemala no contaba con industrias. De igual manera, los dueños de fincas cafetaleras recibieron del gobierno ubiquista disposiciones legales dirigidas, en especial, contra campesinos indí­genas, entre ellas, la Ley de Vagancia (si alguien era considerado «vago» se le obligaba a trabajar en las fincas de café), La Ley del Libreto de Jornaleros (donde se determinaba el periodo en que una persona habí­a trabajado), y la Ley del Boleto de Vialidad (adultos -indí­genas- debí­an trabajar en forma obligada en la construcción de carreteras sin percibir salario). Estos factores eran la presencia institucional del trabajo forzado.

A partir de 1930 hasta 1944 el general Ubico no realizó ninguna acción para dotar a Guatemala de una legislación laboral, pisoteó la dignidad de los trabajadores y se negó a reconocer cualquier derecho acordado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Las implicaciones de la depresión económica de 1929 colocaron a Guatemala en una situación difí­cil. Bajaron los precios del café. El gobierno de Ubico no impulsó ninguna iniciativa para enfrentar el desempleo. Las decisiones ubiquistas -fuera de toda lógica- en lo relativo a educación, aumentaron el malestar; por ejemplo: limitó el número de bachilleres y, en especial de maestros, que debí­an titularse. Un criterio absurdo en un paí­s con alto grado de analfabetismo.

Paulatinamente, guatemaltecas y guatemaltecos superaron el temor. Fue parte de un proceso que acumuló decisión de lucha. El 25 de septiembre de 1942, los estudiantes de la facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos, exigieron la renuncia del Decano por haber suprimido los cursos de Literatura Española e Historia de la Filosofí­a. La protesta, firmada por un representante de cada grado -entre ellos, Jorge Cáceres Soberanis y Julio César Méndez Montenegro- fue determinante para separar al funcionario de su cargo.

En agosto de 1944 fueron expulsados del paí­s Clemente Marroquí­n Rojas, Alfonso Solórzano y Jorge Garcí­a Granados. Se les acusó de realizar actividades para evitar las reuniones de la Asamblea Legislativa. Asimismo, la organización estudiantil se fortaleció con la Asociación de Estudiantes El Derecho, y la presencia activa de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU). La presidí­a Celso Cerezo, y tuvo un especial papel en le derrocamiento de la dictadura.

El malestar contra la imposición ubiquista se expresó en diversos sectores de la sociedad guatemalteca. Maestros y maestras, así­ como estudiantes universitarios iniciaron protestas y manifestaciones. El 24 de junio de 1944 presentaron el Memorial de los 311 donde se exigió la renuncia de Ubico. Este documento unificó a sectores de la oposición y le expresaron a Ubico que el pueblo ya no lo soportaba. Varios de los firmantes (Otto-Raúl González y Manuel Marí­a ívila Ayala, entre otros), fueron obligados a asilarse en la embajada de El Salvador. También se realizó la manifestación «de brazos caí­dos», disuelta a tiros por la Policí­a y Ejército. Los manifestantes no cedieron. Cayeron las primeras ví­ctimas. Ubico anunció un baño de sangre.

Como medida extrema para permanecer en el poder, Ubico suspendió las garantí­as constitucionales. Argumentó que de esa manera se contrarrestaba la acción de «los agitadores». Pero, se empezó a derrumbar el mito. El 25 de junio una manifestación de mujeres guatemaltecas -especialmente maestras- protestaron por la represión. Todas iban vestidas de negro. Varias cargas de caballerí­a intentaron quebrar la voluntad femenina. Fue inútil. Desafortunadamente, murió de un balazo la maestra Marí­a Chinchilla.

Los comercios cerraron. La huelga se generalizó. La lucha popular incluyó a todos los sectores sociales y se extendió al interior. Ubico fue derrocado. Su renuncia dirigida a la Asamblea Legislativa señaló: «En vista de la intranquilidad pública provocada en esta capital por grupos de individuos y estudiantes que se encuentran, según dicen, en desacuerdo con el gobierno que presido, me veo en el caso, para que la paz y orden reinen en todo el paí­s a renunciar irrevocablemente al cargo de Presidente de la República». Ubico insistió en señalar a los descontentos como minorí­a. Su egolatrí­a le impedí­a ver la realidad polí­tico-social.

El primero de julio de 1944 una junta militar integrada por los generales Federico Ponce Vaides, Eduardo Villagrán y Buenaventura Pineda, asumió el gobierno. Al anunciar la renuncia destacaron que Ubico dejaba la presidencia «(…) animado hasta sus últimos instantes por si inquebrantable amor A Guatemala (…)» y advirtieron sobre la necesidad de tomar medidas drásticas. Era la persistencia del abuso. Pero ya no era posible gobernar con amenazas. El triunvirato se disolvió cuatro dí­as después, cuando la Asamblea Legislativa, controlada por seguidores de Ubico, eligió a Ponce Vaides como primer designado a la presidencia. Su gobierno duró 108 dí­as y el propósito fue detener el movimiento popular. Las manifestaciones de protesta fueron reprimidas. La perspectiva de anular vestigios de la dictadura impactó a ciudadanos y ciudadanos. Por esta razón, el movimiento popular le dio prioridad a la organización. La unidad nacional se planteó en todos los niveles e influyó en militares democráticos. A la serie de acciones represivas para darle continuidad al ubiquismo, el gobierno cometió el error de asesinar al periodista Alejandro Córdova.

El 19 de octubre, la Guardia de Honor -uno de los principales cuarteles del paí­s- desconoció al gobierno y abrió sus puertas para que, en secreto, entraran estudiantes, maestros y trabajadores. El 20 de octubre, efectivos de artillerí­a y unidades blindadas de tanques -al mando del capitán Braulio Laguardia, quien murió en acción- atacaron el Castillo de San José (cuartel militar). Pueblo y Ejército juntos. Fue una insurrección popular que anuló la imposición. Las plazas se llenaron de guatemaltecos y guatemaltecas festejando su libertad. Inicialmente, la Guardia Cí­vica -integrada por sectores populares- reemplazó a la Policí­a. Los acontecimientos del 20 de octubre fueron una continuidad de lucha. Con la victoria democrática, guatemaltecas y guatemaltecos sabí­an que se conquistaba la posibilidad de elegir gobiernos capaces de impulsar cambios y entrar a la modernidad que la nación requerí­a.