Quizás es necesario reanalizar y repensar en el tiempo pasado de la historia de Guatemala que cambió gracias a una inútil y conveniente “guerra fría” entre los dos amos del “universo”, los gringos y los rusos, que azotó a muchas naciones pequeñas después de que Hitler tratara de destruir al mundo con la supremacía de la raza aria.
Aquellos años de muerte y dolor que dejó la Segunda Guerra Mundial incluyendo dentro de esa hecatombe las dos bombas que se lanzaron sobre Japón dio paso a conflictos de “menor intensidad” pero con la misma insania y el sufrimiento de los años anteriores como Corea, con el famoso paralelo 38, o Vietnam, ahora convertidas en naciones diametralmente opuestas, para que todo pasara sin que a los grandes que promovieron esta destrucción les pasara nada. Rusia si bien se desmembró y de URSS pasó a ser solo Rusia y los Estados Unidos sigue campante y rubicundo; ambos causando averías, daños, enemistades, rencores y desatinos en todo el planeta, en tanto China Popular, económicamente, por el momento se ha convertido prácticamente en la primera economía del mundo.
Los paisitos pequeños fuimos víctimas de uno y otro. Pero en Guatemala una invasión filibustera detuvo una revolución que si hubiera seguido su curso es indudable que tendríamos otra clase de país. Ya Obama nos pidió disculpas por todo lo que nos hicieron, falta que lo haga Putin.
De cualquier manera la revolución detenida en 1954, nos relegó en lo económico, en lo moral, en lo político y en lo social. Y tal parece que ahora, siendo mayo empiezan a surgir los “idus de marzo”, cuando la conflictividad sobre todo en Huehuetenango, Santa Rosa, Petén, San Marcos y otros departamentos está tornándose cada día más agresiva en tanto en los centros urbanos o ciudades de importancia crece la criminalidad sin mano dura que aguante y sin gobierno militar que se resista.
El sistema político que debió haber cambiado después del enfrentamiento de los 200 mil muertos gracias a la famosa “Guerra Fría” se ha vuelto una parte importante del propio sistema delincuencial que nos azota, los partidos son las clicas de aquellos que nunca aprendieron a trabajar ni a educarse. Todo el sistema de justicia, empezando por elegir a quienes la van a representar se ha convertido en el invernadero de la corrupción y la impunidad.
Los poderes fácticos más importantes: el sector económico y el militar, nuevamente dominan esta angustiada nación, pero, afortunadamente, los gritos de los desesperados cada día se vuelven más fuertes y puede ser que, más temprano que tarde otra nueva revolución vuelva a surgir.
Ojalá que si esta surge termine, de una vez por todas, con nuestras desgracias. Amén.