La renuncia de Castresana


Una función tan polémica como la que se asignó a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala provoca, por fuerza, una profunda división en la sociedad que en este caso se manifiesta entre quienes argumentando defensa de la soberaní­a se opusieron a una comisión extranjera que abordara el tema y quienes, convencidos de que la impunidad ha rebasado todo nivel aceptable y la misma capacidad de respuesta de la sociedad, apoyaron su gestión durante estos dos años y medio.


En ese contexto las reacciones ante la renuncia del doctor Carlos Castresana se enmarcan en esa ya prolongada polémica y mientras los primeros se congratulan de la decisión del Comisionado, los segundos temen que la misma pueda provocar un retroceso en los escasos avances que hemos tenido como paí­s frente al tema de la corrupción y que se traduzca en la consolidación del poder paralelo en las instituciones públicas de Guatemala. La renuncia de Castresana nos recuerda la dimisión, hace muchos años, de Jacobo Arbenz Guzmán de la presidencia de la República, sobre todo por el entorno emocional de las mismas. En aquellos años, Arbenz enfrentaba la invasión patrocinada por la CIA y veí­a como su principal puntal, que era el Ejército, se comprometí­a con los invasores. No obstante eso, pronunció aquel célebre discurso en el que advertí­a que ni ese dí­a, ni el siguiente ni en el futuro, abandonarí­a la presidencia del paí­s. Horas después presentaba su renuncia y se refugiaba en una delegación diplomática buscando asilo. Dicen los que conocieron el entorno cercano a Arbenz que sabiendo que su esposa era el pilar de su fortaleza y quien lo apuntalaba para dar la lucha, los expertos en inteligencia le presentaron «información» de que su esposa le era infiel con uno de los más destacados dirigentes del partido comunista. Eso lo quebró moral y aní­micamente, precipitando su renuncia. Ahora nuevamente informaciones similares minan al Comisionado de la CICIG y no sólo cuestionan su honorabilidad, sino que también su vida familiar y ante señalamientos contra los que no cabe prueba en contrario, renunció a su cargo advirtiendo el avance que ha tenido la impunidad en los últimos meses y la difí­cil situación de la institucionalidad guatemalteca. La CICIG continuará y dependerá de si el Secretario General de la ONU nombra a un profesional independiente o a un funcionario de carrera para establecer su futuro. Lo primero significarí­a mantener el ritmo impuesto por Castresana y lo segundo serí­a convertir a la Comisión en una especie de nueva y reeditada Minugua. Pero es obvio que en estas horas cruciales, mucho del futuro del paí­s está en peligroso juego.