La renovación del arte del pesebre



Dos maleantes armados de cuchillos, el idiota del barrio, un travestí­: con sus figuras contemporáneas, la pequeña empresa de la familia Scuotto quiere renovar el arte navideño del Pesebre napolitano, aunque conservando las técnicas heredadas del siglo XVIII.

Contrariamente a sus competidores, que son «santeros» desde hace varias generaciones, los tres hermanos Scuotto crearon su taller en 1996.

Se los encuentra instalados en plena ciudad vieja de Nápoles (sur de Italia), a dos pasos de la estrecha calle San Gregorio Armeno, la «calle de los Pesebres», donde lo peor -las figuras plásticas hechas en cadena, en China- se exhibe cerca de lo mejor: las figurillas hechas una a una por talentosos artesanos.

En el pequeño taller de los Scuotto, cada rostro es esculpido en arcilla por Salvatore o Manuele, un trabajo que les toma horas y horas, y que hace que el precio de cada pieza, única, sea de unos 500 euros.

Sólo el rostro -pintado por la esposa de Salvatore, Nicoletta-, las manos y las pantorrillas de las figuras, que miden entre 30 y 40 cm, son en arcilla cocida.

La indumentaria, tras rellenarlas con hilaza y estopa, es tarea de Anna y Suzy, las dos hermanas Scuotto, que visten de yute a los pastores o de seda teñida a mano a los reyes magos.

«Pienso que la tradición debe ser siempre renovada, no quiero limitarme a copiar lo que se hizo hace 300 años», en la época de los primeros pesebres napolitanos, explica Salvatore, de 37 años, el artista de la familia.

«Al salir de Bellas Artes querí­a hacer arte moderno, pero luego opté por la artesaní­a. Todo lo he aprendido solo, porque mundo de los pesebres es muy secreto. Hay técnicas que nunca te mostrarán», afirma.

Al lado de las figuras tradicionales que él fabrica, Salvatore muestra a «Ciro», el mestizo nacido al final de la Segunda Guerra Mundial, fruto de los amores entre napolitanas y soldados norteamericanos, una figura tí­pica de la historia contemporánea de la ciudad.

El travestí­, un personaje que trae buena suerte y saca tradicionalmente los bolos de la tómbola de Navidad, se ha integrado al pesebre con su collar de perlas y su lápiz de labios, lo mismo que los dos camorristas, miembros de la mafia napolitana, con sus respectivos cuchillos.