Ninguna sorpresa, al grado de que nadie se ha inmutado y que todo sigue como si tal cosa, causó que la ONU declarara que nuestra región es la más violenta del mundo, puesto que de verdad que nos hemos acostumbrado ya a convivir con ese problema y por ello es que no existe en ningún país de los nuestros un clamor efectivo para obligar a que se establezcan políticas idóneas y coherentes de seguridad.
Históricamente hemos sido pueblos sin ley, en donde la impunidad es característica y luchar contra ella es tarea de unos pocos que asumen el compromiso de promover el Estado de Derecho. En términos generales preferimos nuestra propia ley, la del más fuerte, la que nos permite hacer lo que nos da la gana y sacar ventajas de las debilidades de un Estado en crisis institucional causada por el más absoluto irrespeto a las normativas de la convivencia social.
No confiamos en los tribunales y aplaudimos cuando alguien asume ilegales y condenables tareas de la mal llamada limpieza social. Los linchamientos se han convertido en una “forma de administrar ejemplar justicia” y ni siquiera por la brutalidad de los actos de sicariato ni por la tremenda actitud de las turbas, nos esforzamos por construir un régimen en el que impere la ley sobre todas las cosas.
Somos países marcados por el sello de la violencia y una cultura de muerte que nos lleva a buscar, siempre, salidas violentas para nuestros problemas en vez de aspirar al imperio y majestad de la ley.
Esos problemas propios de nuestra idiosincrasia, se ven agravados por la presencia en nuestros países del crimen internacional organizado para el tráfico de drogas, de armas y de personas. A ello se suma el degradamiento de las instituciones públicas porque persistentemente se han llevado a cabo campañas en contra de todo lo que es público, para desprestigiarlo a fin de encumbrar lo privado, olvidando que es el balance entre esos dos ámbitos lo que ha permitido el desarrollo de los pueblos.
Nótese cómo el Estado mismo alienta la ilegalidad. No se pudo aprobar la prórroga para el registro de armas y la respuesta de las autoridades es hacerse de la vista gorda ante el incumplimiento. Como se hizo con la prohibición para que dos viajen en moto, es decir, tenemos autoridades que son las que dan el ejemplo de que el respeto y cumplimiento de la ley es únicamente para los pendejos porque el resto, los más vivos, pueden salirse con la suya con la eterna actitud de pasarse cualquier norma por el arco del triunfo.
Minutero:
No tuvieron miramientos
para mandarnos al hoyo
haciendo explícito el rollo
de que somos muy violentos