Las dos líneas fundamentales de acción que tendría que seguir el Congreso de la República en los próximos meses son las marcadas por la búsqueda de la transparencia y la reforma política del Estado. Vistas las cosas y los antecedentes de los últimos días, hay que decir que no depende tanto de la voluntad de los diputados como de la voluntad del Presidente y Vicepresidenta de la República, puesto que si ellos quieren, ya demostraron que pueden mangonear más de cien votos para lograr las aprobaciones necesarias.
Y es que el tema fundamental del país es que necesitamos modificar radicalmente el proceso de toma de decisiones y ello pasa por las dos líneas que mencionamos. Mientras mantengamos la actual estructura política de clientelismo y de financiamiento espurio, seguramente que persistirá la corrupción y por lo tanto no hay forma de que los escasos fondos disponibles en las arcas nacionales sirvan para impulsar el desarrollo porque todo se desvía para favorecer a la clase política que cambia cada cuatro años y a los empresarios que nunca cambian, que son los que saben bien las reglas del juego y que trabajan sin empacho ni rubor con cualquier fuerza política, desde las que consideran ordinarias, como las de Portillo y Colom, hasta las de sus propios pares como las de Berger y Arzú.
El gancho esencial que se pone a la población con el tema de la reforma constitucional ha sido la reducción del número de diputados al Congreso, único tema capaz de entusiasmar al votante para dar el sí a la reforma porque es el único que entiende y al que le ve algo de sentido. No se explica, sin embargo, ni que la tal reducción no es más que contener el crecimiento futuro del Congreso, ni mucho menos que todo ello se puede lograr mediante la reforma política y de mejor manera, puesto que ya es tiempo de que vayamos pensando en una representación real en el Congreso y no la farsa de diputados que, si acaso, son representantes de los dirigentes de sus partidos políticos, pero nunca de la población del país que al final les vale madre.
Lo cierto del caso es que ya no vale la pena pedir peras al olmo y exigir a los diputados que aprueben leyes. Está visto y demostrado hasta la saciedad, que la independencia de poderes es una farsa y que en el Congreso únicamente camina lo que ordena el Ejecutivo, como la elección de Junta Directiva, la aprobación de préstamos y del presupuesto general de la Nación. En otras palabras, hay que exigir a Pérez y Baldetti que sean ellos quienes impulsen la agenda del Congreso.
Minutero:
Los hilos hacia el Congreso
funcionan sin dilación;
funcionan con tanto peso
que es veloz la aprobación