La reelección tiene que ver con el tipo de democracia y con la cultura política de un pueblo. La discusión de los constituyentes del 85 se centró en la duración de un período presidencial que permitiera realizar planes de gobierno, fijándose en cinco años. La posibilidad de reelección del Presidente quedó por ello descartada y el articulado constitucional se ocupa de garantizar la alternancia en el poder: no pueden ser candidatos el vicepresidente, los parientes, los que están ejerciendo puestos de mando en la administración pública, al igual que los ministros religiosos y los militares en activo.
En eso no nos diferenciamos de los constituyentes del 45. Respondimos a los mismos temores: la capacidad de manipulación de los votantes a través del uso de recursos públicos, influencia moral o poder.
He expresado anteriormente que una de las discusiones más apasionantes de la Asamblea Constituyente de 1945 fue la relativa al voto del analfabeto que tenía que ver con la posibilidad de manipular su voluntad. En 1985 la mayor preocupación fue el nivel de pobreza en que se debatía el guatemalteco que podía por ello ser manipulado a través del clientelismo y patronazgo político que se nutre de la necesidad de la gente; pero, los candados fueron los mismos. Aunque por supuesto hubo en esto algunos candados con dedicatoria, presentados a última hora como enmiendas.
También es necesario aclarar que cuando discutimos esto, sólo nos referíamos a la Presidencia de la República, pues jamás pasó por nuestra mente que los diputados llegarían a manejar el presupuesto del Listado Geográfico de Obras o chantajear a los ministros por plazas u obras en los respectivos distritos electorales. Si así hubiera sido, estoy seguro que no hubiésemos aprobado la posibilidad de reelección. Tampoco los alcaldes municipales podían reelegirse ni gozaban de mayoría en sus correspondientes corporaciones municipales, como sí sucede desde 1988 con las consabidas nefastas consecuencias.
En ese sentido, deberíamos tomarle la palabra al Presidente, respecto de abrir una discusión sobre el tema de la reelección: Considero que si queremos rescatar el sistema político e iniciar un movimiento moralizador de la cosa pública, la no reelección debe ser el arma que utilicemos. Debe eliminarse en las alcaldías y corporaciones y regularse para los diputados.
Además los Alcaldes deben ser electos en segunda vuelta cuando no alcancen la mayoría absoluta, así como los diputados podrían optar a reelección, pero por el mismo distrito y por el mismo partido. El derecho actual a reelección de los diputados no es absoluto, es para representar los intereses del pueblo, por lo cual puede ser regulado en función de esa representación.
Es la reelección la que no ha permitido el surgimiento de nuevos liderazgos nacionales, regionales o locales, por lo que suprimido el problema, surgirán los respectivos relevos que podrán continuar el proyecto o proyectos políticos, incluso dándoles nuevos bríos, de manera que se despejen las preocupaciones de los líderes actuales sobre su legado o permanencia hacia el futuro.