Ayer el presidente Colom se sumó al sentimiento generalizado de la población y expresó su apoyo a la propuesta para reducir el tamaño de un Congreso cada vez más desprestigiado y menos efectivo en el cumplimiento de sus funciones. Estimamos que el respaldo del Presidente llega tarde porque apenas se está sumando a lo que la gente piensa, en vez de haber sido él quien entendiendo la dimensión histórica del clamor, lo supiera coordinar y hasta dirigir para lograr una reforma del Estado que se inicie con los cambios que hacen falta a nivel del Congreso de la República.
Podrá decir alguien que siendo Colom Presidente del Ejecutivo se podría tomar como interferencia con otros poderes cualquier acción para reducir, no digamos depurar, el Congreso de la República, pero si tomamos en cuenta que el mandatario y el poder que representa pueden ejercitar su iniciativa de ley, veremos que lejos de interferencia sería el legítimo ejercicio de un derecho y de una obligación.
Lamentablemente para el país, hemos llegado a una condición en la que es insostenible el deterioro institucional que se traduce en marcadas ineficiencias que al final de cuentas sirven para encubrir la corrupción administrativa que enriquece a los políticos que no entienden la real dimensión de su participación. Y en vista de ese deterioro, no es descabellado sino obligado pensar que en poco tiempo estaremos viendo reacciones ciudadanas que exigirán, ya no por las buenas ni en foros relativamente respetuosos, la depuración que demandan las circunstancias.
Cuando uno ve que en la campaña de los diputados por alcanzar la presidencia del Congreso hablan ya con toda desfachatez de aumentar el sueldo a los representantes, lo cual es una blasfemia en plena tempestad, no puede sino sentir profundo rechazo por la cínica actitud de los políticos del país y entender que mientras más tiempo pase sin que se produzca el cambio que mande a su casa a muchos de ellos en una, esta sí, verdadera depuración que siente precedentes. Cuando vemos la forma en que Meyer y Morales se escudan en el antejuicio para evitar el debido proceso por su responsabilidad en la forma en que se perdieron los 82 millones del Congreso, no puede sino pensar que urge hacer algo para detener tanta sinvergí¼enzada y pensamos que el Presidente tiene que estar del lado del pueblo cuando va creciendo el malestar ciudadano frente a tanto abuso, tanto cinismo, tanta desfachatez. Y el clamor es para ahora, no para una eventual reforma que discutan a su sabor y antojo los mismos pícaros de siempre.