La reconstrucción nacional


Nuestros antepasados la emprendieron; asimismo, las generaciones actuales, y sin duda también tocará a las futuras. Dista de ser un castigo, deviene de recurrentes fenómenos naturales que causan calamidades enormes, capaces de dejarnos en situación más precaria. Ajenos a cruzarse de brazos inician la reconstrucción nacional según posibilidades y exigencias del caso.

Juan de Dios Rojas

Páginas históricas lo registran, aunque aquellas vivencias muestran resistencia a dejar aleccionamiento en cúmulo. Tampoco prioridad uno respecto a las indispensables previsiones. Hay repitencia en torno a las fallas cometidas por el infaltable acomodamiento de ejecutar maniobras que buscan hacer de las suyas lastimosamente, como resulta notorio.

En el presente, sacando fuerzas de flaqueza es propicia la ocasión que la verdadera empresa de romanos -dicha reconstrucción- responda a una confiable planificación. Referente al gobierno, amerita emprenderla con ahí­nco, a ciencia cierta, sobre todo que campee la transparencia durante las etapas de rigor. Trabajos formales, sí­, nunca más meros cosméticos.

Existen evidencias visibles, por lo tanto no dejan mentir, de cara a que en los trabajos de reconstrucción pasados se cometieron iguales fallas. Por consiguiente, hubo mala fe, sin tomar en cuenta que los millones perdidos provienen de los impuestos que pagan los guatemaltecos, dignos de mejor suerte, obliga a un manejo legal y correcto; un candado al arca abierta.

Cuando se habla de toda obra pública, en el acto viene a la mente general, ausente de fantasí­as o crí­ticas severas, una danza de los millones, condición latente. Sobrevaloración triunfante tiene preponderancia, razón de la sin razón obliga por lo tanto a la impostergable fiscalización de entidades ex profeso, a efecto de contarle las costillas a las unidades ejecutoras.

Tras el descombramiento los propios afectados con la decidida colaboración de impresionante voluntariado, bajo el lema que «la unión hace la fuerza», empiezan esa tarea. La imperiosa necesidad cobra vida, urgidos de ubicarse en algo que sirva de alero, sin el «fondo de un cielo infinito» y al calor de un entorno conocido, que los ligue a su patrimonio que les «cuesta sudor, sangre y lágrimas» conforme el pensamiento de Churchil.

Mujeres, hombres, igual adultos mayores y niños ponen el clásico granito de arena, con el ruego al Creador del Universo cesen esos eventos destructores. Bajo planes inmediatos de recuperar sus modestos y paupérrimos haberes. Ese denonado impulso obedece a poseer lo más necesario y parcos satisfactores que llegan después de la tormenta a su destino.

Mucho de la infraestructura vial es reestablecida mediante maquinaria especí­fica, en aras de la deseable comunicación interrumpida. Sobresale y destaca en forma admirable el empeño humano, cuya lucha a brazo partido corrobora por enésima vez, que mancomunados exitosamente pueden, semejante al Ave Fénix, emerger de las cenizas y arena -agrego yo- con gran valor.

Los mejores esfuerzos apuntan al hecho fundamental que sean utilizados los materiales apropiados mediante sacrificios y privaciones del tamaño de las necesidades. Si concierne a nivel estatal con mayor exigencia y cuidados supremos, tales condiciones y requisitos deben responder a ejecuciones de calidad, susceptibles de fiscalización, sin excepción.

Hoy cobran vigencia unas expresiones puntuales del ex presidente Kjell Eugenio Laugerud Garcí­a, durante el fatí­dico terremoto del 4 de febrero de 1976, que dieron ánimo colectivo así­: «Guatemala está herida pero no de muerte». Inclusive: «Juntos podemos». En resumen cifrar esperanzas posibilita recurrir a potencialidades que poseemos y utilizamos en esas circunstancias.

Debe justipreciarse la ayuda internacional que se hizo presente de inmediato. Fue la palanca que moviliza acciones destinadas a la reconstrucción nacional. Sentimientos solidarios vierten a tí­tulo de caudal el deseable sentimiento de cooperación, siempre tan encomiable. Deseemos exista un ente coordinador eficiente.