La realidad se interpone entre Obama y sus promesas


Barack Obama, presidente de Estados Unidos, cumplirá un año de haber asumido, con crí­ticas de que no ha cumplido en concreto con lo ofrecido durante su campaña. FOTO LA HORA: AFP JEWL SAMAD

Si la victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2008 se podí­a resumir en «el cambio en el que podemos creer», el año que pasó desde entonces podrí­a sintetizarse en la fórmula: «cambiar es difí­cil».


El 4 de noviembre de 2008 Obama compartí­a el entusiasmo de decenas de miles de sus seguidores tras haber vencido a John McCain y convertirse en el primer negro elegido a la Presidencia de Estados Unidos.

«Se necesitó mucho tiempo. Pero esta noche, gracias a lo que hemos hecho hoy y durante esta elección, en este momento histórico, llegó el cambio a Estados Unidos», afirmó Obama ante una multitud que celebraba en Chicago, al igual que en todo el paí­s, la llegada de una nueva era.

Obama acababa de confirmar ante el gentí­o que tras años de divisiones, Estados Unidos seguí­a siendo el paí­s «donde todo es posible». Poco importaba la inmensidad de su tarea.

Obama «ha hecho más que la mayorí­a d los presidentes y más rápido que la mayorí­a», dice Bruce Buchanan, un profesor sobre gobierno en la Universidad de Texas.

De no ser por las altas expectativas dentro y fuera de Estados Unidos, Los primeros 10 meses de Obama en el poder serí­an vistos con mayor optimismo, explica. Un año después de la elección, la euforia de la victoria cedió su lugar al laborioso ejercicio del poder y el discurso ha cambiado.

«Cambiar es difí­cil», dijo al firmar una ley para recortar el gasto en defensa hace pocos dí­as.

«No se supone que el cambio sea fácil», habí­a dicho pocos dí­as antes.

«El cambio no ocurre de la noche a la mañana», dijo durante una reunión del Partido Demócrata al dí­a siguiente en Virginia.

Desde los primeros dí­as de su Presidencia, se dedicó a mantener la promesa de romper con la era Bush, prohibiendo las torturas y anunciando el cierre del centro de detención de Guantánamo. Rápidamente, anunció y aceleró el retiro de las tropas de Irak.

Pero emprender esos cambios se ha revelado como un asunto complicado, sobre todo cuando se debe combatir la peor recesión en Estados Unidos desde los años 30 y al mismo tiempo se pretende emprender uno de los programas de reforma de salud más ambiciosos que se haya realizado en muchos años.

Parece improbable que Guantánamo sea cerrado antes de enero de 2010, como habí­a anunciado. Extender la cobertura de salud a un número mucho mayor de personas está provocando una encarnizada batalla polí­tica. Combatir el cambio climático o sanear el mundo de las finanzas enfrenta considerables resistencias.

La popularidad de Obama se erosiona muy lentamente, según las encuestas.

El ambiente económico seguirá plagado de amenazas, a pesar de que Estados Unidos haya salido de la recesión durante el verano boreal. Contra las crí­ticas o el escepticismo, la administración Obama asegura que sus acciones económicas y su gigantesco plan de recuperación han sido decisivos. Afirma asimismo que detuvo el aumento del desempleo.

Este podrí­a llegar, no obstante, al 10% y persistir en 2010, año durante el cual Obama y su Partido Demócrata se someterán al juicio de los votantes en las elecciones legislativas de mitad de mandato. Pero antes de que termine 2009, el presidente podrí­a ufanarse de haber vencido donde sus predecesores fracasaron si logra llevar a buen término el gran proyecto de reforma del sistema de salud.

En el extranjero, sus colaboradores reconocen que ha restablecido la imagen de Estados Unidos, lo que ha sido confirmado por el otorgamiento del premio Nobel de la Paz 2009.

La polí­tica de diálogo de Obama pasa actualmente la incierta prueba del tema nuclear iraní­. En el conflicto palestino-israelí­, su involucramiento personal no termina de dar resultados.

Pero tal vez sea en Afganistán donde Obama corre el mayor riesgo. En breve estará llamado a tomar una de sus decisiones estratégicas más importantes hasta ahora. Tendrá que decidir si, a pesar de las pérdidas cada vez más pesadas, enví­a a decenas de miles de soldados suplementarios, aun con el riesgo del rechazo de una opinión pública.

PRESIDENCIA


Obama conjuró la recesión económica en EE.UU., pero el crecimiento es frágil

El presidente estadounidense Barack Obama, elegido hace un año en lo peor de la crisis económica en Estados Unidos, tiene 12 meses después el desafí­o de consolidar el frágil crecimiento tras conjurar la peor recesión desde los años 1930.

Para la mayorí­a de los economistas, las vigorosas medidas tomadas por el gobierno de Obama, sumadas a las de la Reserva Federal (Fed), evitaron problemas mucho más graves de los que sufrió la primera economí­a mundial.

Las cifras oficiales del Producto Interno Bruto (PIB), publicadas el jueves pasado, confirmaron que Estados Unidos salió de la recesión durante el verano (boreal), con una tasa de crecimiento de 3,5% a ritmo anual en el tercer trimestre.

Obama vio en dicha cifra una señal de que la recesión «está disipándose», pero previno que quedaba mucho por hacer para que la economí­a se restablezca plenamente.

«La polí­tica impulsada tuvo sus problemas, pero en conjunto, globalmente, consiguió estabilizar el sistema financiero y aportar a la reactivación», dijo el economista en jefe de DB Advisors (grupo Deutsche Bank), Josh Feinman.

«Pienso que el gobierno administró muy bien la crisis, pero queda ver cómo va a hacer frente a la salida», dijo Sung Won Sohn, de la universidad estatal de California.

«El paciente salió de cuidados intensivos pero está bajo tratamiento. Si se le quita sus medicinas demasiado rápido podrí­a sufrir una recaí­da», agregó.

De Obama se esperan ahora medidas concretas para crear empleos, ya que «las pérdidas de empleo disminuyeron, pero permanecen», dijo Feinman. «Podrí­amos tener créditos impositivos dirigidos a la creación de puestos de trabajo, u otra cosa», estimó.

Y ese es el principal problema; la recuperación todaví­a no crea empleos y la persistencia del paro, 9,8% en septiembre, el í­ndice más elevado en más de 25 años, será un factor de desconfianza por un tiempo.

El secretario del Tesoro, Timothy Geithner, intentó calmar las aguas el domingo al afirmar que la economí­a comenzará a crear empleos en el primer trimestre de 2010.

Es una evaluación más optimista que la del banco central, la Reserva Federal, que no prevé un baja «sensible» del desempleo en 2010. El Fondo Monetario Internacional por su parte estima que el problema mejorará a partir del segundo semestre de 2010, pero en forma «progresiva».

Para la economista en jefe de Mesirow Financial, Diane Swonk, el presidente Obama no ha tenido tiempo de imprimir su marca.

«Una gran parte del plan de reactivación no fue concebida por el gobierno sino por el Congreso y no está tan bien enfocado como debió», subrayó.

Dicho plan de 787.000 millones de dólares fue promulgado el 17 de febrero por un presidente que asumió el 20 de enero. A pesar del consenso sobre la necesidad de tal plan, el mismo fue muy criticado por los republicanos y la división de la clase polí­tica «causó perjuicio a la economí­a», estimó Swonk.

Sohn por su parte respondió que la figura de Obama fue clave para impulsar una economí­a en un mal momento.

«La confianza fue crucial, como cuando (Franklin Delano) Roosevelt llegó a la presidencia en 1933. Gastó mucho dinero e inició nuevos programas pero el elemento que hay que recordar es que consiguió mejorar la confianza», consideró.