La quema del dinero


Aclaro no tener fobia por la pirotecnia y anexos, por algún señalamiento en mi contra, cuyo resultado hagan el juicio que me opongo a esa costumbre. Conozco el ambiente propicio también para similares que dan la impresión de haberse inventado la pólvora en el paí­s. De enlistar tanto festejo alusivo, pero en especial con motivo de la Navidad y el Año Nuevo.

Juan de Dios Rojas

Analistas de postí­n y estadí­grafos herederos de Lucas T. Cojulún emiten su criterio al respecto. Es mera coincidencia no prefabricado el asunto. Mejor será emplearlo en beneficio familiar. Pero existe gusto marcado por incrementar el ruido citadino y además la contaminación ambiental. Al final gana lugar como en competencia lo que otros hacen y participan.

Es instrumento fácil que orille al peligro inminente, con sus caudas lamentables, entre ellas heridos y quemados, hasta provocar lesiones en manos y amputación de dedos de los chicos voluntariosos, merced a tanta estimulación temprana, semejante a la campaña electoral. Los padres nunca deberán abandonarlos a su suerte; necesitan cuidado excesivo, así­ sea sobreprotección.

Fechas de jolgorio durante el año, abundan, cumpleaños de relumbrón y la contrapartida con representatividad «de los de abajo»; primeras comuniones y otros sucesos religiosos como bodas a granel. Inclusive graduaciones. La infaltable pirotecnia, no «papeles quemados que arremolina el viento», quedan en el suelo. Son toneladas de basura, aunque digan ser identidad nacional.

En el cotidiano acontecer hay cosas forjadas con voluntad gigantesca trasmitida a los descendientes, corregidas y aumentadas. No basta echar mano y vaciar los bolsillos a fin de obtener la pirotecnia, mayormente ahora cuando esa rama está saturada de nuevos productos- gancho- para las celebraciones. Motivan al niño que llevamos dentro, a fin de quemar dinero.

Vale la pena decir cuanto tiene que ver, aun con lentes, la imprudencia temeraria que hacen gala en condición competitiva entre el vecindario. Razón de sobra reconocida es el origen y causal de accidentes e incidentes por caer redondos en tal situación, imposible de representar sana y segura alegrí­a, ausente de protagonismo fatal, sin qué ni para qué.

Las festividades tradicionales mencionadas en párrafos anteriores, cobran auge en la ciudad capital y el interior. La animación constituye fuente inagotable con todo y acontecimientos perdurables, a pesar de mucha transculturación e imitación burda. Envolvente y engañosa, por cuanto que no todo lo que relumbra es oro; ocurren cosas frecuentes merecedoras de rechazo.

También viene a cuenta mencionar dos cosas vigentes, por cierto gozan de credibilidad colectiva. Una, todos los dí­as del año, truene, llueve o relampaguee existe la famosa quema del dinero. Jornada matutina o vespertina, resuenan ametralladoras. Dos, convengo que para Navidad y Año Nuevo, la quema semeja el incendio de Roma, ordenada por el nefasto Nerón.

Ante la expansión poblacional, olvidada de la teorí­a de Malthus y la enorme demanda de cohetillos, al igual que la oferta tiene dimensión exagerada. Los puestos de ventas proliferan. Ojalá controlen su procedencia, evitando el contrabando para entonces a la enésima potencia. Amerita que llenen todos los requisitos, pese a filtraciones, en resguardo de calidad y precios.

Aquí­ somos fieles seguidores de tradiciones y costumbres. Si brillan por su ausencia los petardos y homólogos, hay desconsuelo y tristes nostalgias. Las fechas referidas requieren la integridad familiar, auténtica solidaridad; cariño sincero, compartir lo que tenemos al memento de cenar e intercambiar los regalitos en homenaje al Dios Niño.

Antes que embriagarse, bueno es pensar en los necesitados. Nos unimos a los sentimientos plurales bajo el signo de paz y emblema de la flor de pascua, al enviar nuestro cordial saludo a todos los connacionales. Deseamos sinceramente que tengamos trabajo, salud y dinero bien ganado. Algún dí­a podremos tener seguridad y una vida mejor.