Que Guatemala cabe tantas veces en México, en Colombia o Chile, es una afirmación que, por más que pueda ser verdadera y que sirva para introducir una idea de mercadeo, resulta grotesca, inapropiada y de mal gusto. Las comparaciones son así, a veces apropiadas y otras (talvez la mayoría) inapropiadas. A buena hora un periódico trata por contraste de resaltar su tiraje con la pequeñez de nuestro territorio, fundándose, por otra parte, en un argumento falaz (ad populum), y haciendo énfasis (otro recurso falaz) en la pequeñez de nuestra nación y no en la idea que se quiere, en primer plano, transmitir.
Los responsables de la publicidad, en este caso como en muchos más, deben ser más cautelosos, puesto que las ideas directas y subliminales que transmiten, aparte que reflejan muy bien nuestra idiosincrasia, influyen en la manera como los lectores mediata o inmediatamente perciben la realidad.
Siempre he creído que la publicidad, efectivamente, es un arte, pero que requiere un alto grado de responsabilidad ética, por cuanto la manipulación (en el buen sentido de la palabra) tiende a hacer uso frecuente de argumentos falaces que crean hábitos de pensamiento y de consumo que determinan desde muy temprano las relaciones de mercado en las que los seres humanos nos vemos inmersos desde que nacemos. Las relaciones entre publicidad, ética y lógica son muy débiles, por lo que vale la pena reflexionar sobre dicho tema, especialmente ahora que la Navidad está cerca y que los «creativos», responsables de la publicidad, se ve ya que vuelven a lo de siempre, es decir, a cosificar a cuanto posible y potencial comprador ven en cada persona.
Pues bien, el ejemplo que propuse al principio es elocuente, muestra lo pequeño, idea que casi siempre lleva emparejada la idea debilidad para destacar, por contraste, lo relativamente grande del tiraje de un periódico. Lo que significa aprovecharse de una característica (no la más feliz o positiva) de nuestra nación para favorecer la percepción de un objeto (periódico). Si la comparación fuera con otro objeto como el objeto comparado, no habría tanto problema. Pero la comparación es con nuestro país y eso es lo rotundamente objetable.
Como decía, también la publicidad refleja nuestra forma de ser y de pensar. Tomando como base nuevamente el ejemplo, vemos que ese concepto que corresponde a la realidad llamada Guatemala, les ha servido (como es costumbre) para remitir la idea que les conviene. Como muchos servidores públicos que no sirven sino se sirven de Guatemala, el anuncio en mención también se sirve del concepto Guatemala, a favor de la idea de la desproporción del tiraje de un periódico en detrimento de nuestro territorio (al destacar su pequeñez).
Como una aberración de la sociedad de consumo, la publicidad tiene pocos parámetros de acción, valga decir, parámetros éticos y cívicos. Otra cosa sería si, con un mínimo de responsabilidad, comenzara a pensarse (cosa que la veo muy lejos) en la «humanización de la publicidad».
Mientras tanto, no nos queda opción, pensemos en una Navidad más llena de esa basura que inunda nuestros sentidos y que con muy pocas excepciones puede decirse que llega al mínimo requerido de decencia y buen gusto.
Al fin de cuentas, Guatemala, por pequeña, cabe tantas veces en la bolsa de quienes con ella siempre han hecho negocio, utilizándola y vendiéndola.