La proyección de la violencia


Richard y Anthony. A esos nombres respondí­an los niños. El primero debí­a tener cuatro años y el segundo seis; lo cierto es que ambos tení­an escaso cabello, ojos muy redondos y verdes, tez pálida, labios muy rojos y una inquietud llena de nerviosismo.

Gerson Ortiz
lahora@lahora.com.gt

Los infantes viajan junto a su progenitora en un bus que se dirige hacia la Universidad de San Carlos. La madre, una joven mujer con semblante cansado y actitud algo distraí­da, parece estar muy afectada por la rutina diaria de la Guatemala suya y nuestra.

Los dos niños juegan, ajenos a casi cualquier cosa. Tanto es así­, que, en medio de las palabras que el menor aún balbucea, empuñan sus pequeñas manitas y forman con los dedos pulgar e í­ndice una pistola e inician los disparos imaginarios y llenos de saliva.

La «inocencia» del juego se ve súbitamente interrumpida cuando el niño más pequeño apunta el cañón de su arma hacia la cabeza de su mamá; carga el arma y dispara en contra de ella. La joven, siguiéndole el juego a su hijo, deja caer su cabeza a causa del disparo. Los niños rí­en y celebran ese hecho, absolutamente ajenos a «todo».

Esa escena se repite en numerosas oportunidades: los niños disparan directamente hacia la cabeza de la madre y esta cae muerta por el impacto de bala. Los infantes rí­en y todo vuelve a repetirse.

Ya no basta sólo con la televisión (aunque sigue siendo un hecho que parece también empeorar), para que los signos de violencia entren a la mente de cientos de niños y niñas en Guatemala. Basta con que salgan a la vuelta de la esquina y ojeen las carátulas de los periódicos; o que su curiosidad natural no les permita dejar las diligencias para presenciar el levantamiento de un cadáver en cualquier escena del crimen.

¿Cómo asimilan los infantes toda la información plagada de violencia de cualquier forma?, y ¿cuáles son los efectos de esos mensajes en los futuros jóvenes y adultos de nuestro paí­s?

La pérdida del valor de la vida y la asimilación de los hechos de violencia como un suceso cotidiano, incontrolable y sin ninguna intervención del Estado, son, según expertos, la respuesta inmediata. Sin embargo, hay otros factores, no menos importantes, como: alteración del sistema emocional, tendencia a asociaciones de grupos delincuenciales entre muchos otros.

La nula intervención de un Estado en el fondo de las problemáticas que impiden el desarrollo de las y los guatemaltecos (desde todos los puntos de vista), hace que la violencia no sólo se proyecte materializada en un brutal crimen, sino en las manitas de Richard y Anthony asesinando a su mamá, las inverosí­miles imágenes de los asentamientos al margen de lo humano, el rostro de los que por largas jornadas buscan chatarra en los basureros para sobrevivir, el desempleo, la desnutrición de nuestros niños y niñas, las medidas sustitutivas otorgadas a los directivos de Bancafé, los miles de amparos sin resolver, el 98 por ciento de casos sin investigar…