En el año 1920, José Ortega y Gasset, escribió un ensayo titulado “El ‘Quijote’ en la escuelaâ€, una reflexión que sintetiza las ideas pedagógicas del filósofo español y que mantiene vigencia en virtud de las observaciones que planteó para mejorar la educación de su tiempo.
Ortega, en términos generales, indica que la educación primaria debe concentrarse no tanto en lo pragmático, sino en hacer del niño un ser humano a cabalidad, llegar a él a través de las emociones y los juegos para formar su carácter. Distraerse en otras cosas, no es sino perder el tiempo, afirma.
Y ojo, dice, que hay que saber aprovechar esos años fabulosos del infante porque no es un período eterno. “El problema de educación es siempre un problema de eliminación, y el problema de la educación elemental es el problema de la educación esencialâ€.
Educar para la vida, desde la vida, ésta parece ser la consigna del español. Pero no una formación para que se adapte al mundo (por eso rechaza el pragmatismo), sino para que a partir del cultivo de su ser íntimo pueda resolver los desafíos que en el futuro se le presenten.
“A mi juicio, pues, no es lo más urgente educar para la vida ya hecha, sino para la vida creadora. Cuidemos primero de fortalecer la vida viviente, la natura naturans, y luego, si hay solaz, atenderemos a la cultura y la civilización, a la vida mecánica, a la natura naturataâ€.
La educación primaria tiene el desafío de formar al hombre no para resolver problemas concretos, ya habrá tiempo para el especialismo, dice, sino para poner las bases que permitan hacer del sujeto alguien curioso, inteligente, apasionado, escrutador y corajudo, valiente. Por tanto, se necesita de un maestro que conozca el corazón humano, que sepa formar el carácter y dé forma al alma candorosa del infante. Un experto, con sensibilidad humana y sabiduría espiritual.
“El niño debe ser envuelto en una atmósfera de sentimientos audaces y magnánimos, ambiciosos y entusiastas. Un poco de violencia y un poco de dureza convendría también fomentar en él. Por el contrario, deberá apartarse de su derredor cuanto pueda deprimir su confianza en sí mismo y en la vida cósmica, cuanto siembre en su interior suspicacia y le haga presentir lo equívoco de la existenciaâ€.
Un niño educado en tales circunstancias, es para Ortega, un infante con posibilidades en el futuro: sabrá ser científico, perito en materia técnica o hasta comerciante exitoso. Pero antes, debe aprender a disfrutar cada momento y entender el sentido de la vida. El triunfo de la educación primaria se evidencia en la actitud de niño frente a la existencia propia, en su creatividad, los juegos y la expresión artística.
Por el contrario, quien no recibe una educación primaria de calidad se reconoce a distancia. Ortega dice: “Las personas exentas de sensibilidad y atención para el arte, esto es, los filisteos, son recognoscibles por un peculiar anquilosamiento de todas aquellas funciones que no son su estrecho oficio. Hasta sus movimientos físicos suelen ser torpes sin gracia ni soltura (…) Juzgado desde un punto de vista ampliamente vital, el “especialista†suele producir la impresión de un idiota. Y es que falta en él la potencia fundente y efusiva del arte, que mantiene siempre despierta la fluidez psíquica, azuzándola en todos sentidos, alerta y vivazâ€.