Gabriel Morales Castellanos
Universidad de San Carlos de Guatemala
Este año el cortejo procesional de la imagen del Cristo Yacente de la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, celebrará sus bodas argentinas.
Desde hace veinticinco años, el día sábado santo, recorre varias calles y avenidas del centro histórico de la ciudad de la Nueva Guatemala de la Asunción, en horas de la mañana y de la tarde.
A lo largo de nuestra historia, desde el siglo XVI hasta hoy día, se han dado durante la época de cuaresma y semana santa, cortejos procesionales que rememoran la pasión y muerte de nuestro Señor Jesús.
Nuestro país ha tenido y tiene como práctica religiosa de culto exterior el realizar estos cortejos, los cuales de alguna manera forman parte de la vida cotidiana de las guatemaltecas y los guatemaltecos católicos.
Muchas procesiones han surgido a lo largo de la historia de Guatemala, unas han tenido una existencia larga, otras no tanto y entre las que nacieron a la vida piadosa durante el siglo XX recientemente fenecido, está la del Cristo Yacente de la iglesia de la Merced capitalina.
Es de dominio público que el autor de esta santa efigie, es el notable escultor guatemalteco Julio Dubois Gálvez, quien, a finales del siglo XIX se inspirara para realizar esta obra en el hecho que la escultura de la Santísima Virgen de Dolores, permanecía «sola», ubicada en el retablo de San Eloy; a la que el artista le decía «mi Virgen sola».
La familia de don Julio, informó que él ofreció la elaboración de la escultura de Cristo para que estuviera a los pies de su madre haciéndole compañía, en el mueble donde los fieles les veneran hoy día.
A nuestro criterio personal la imagen del Cristo Yacente de la Merced, es una reinterpretación romántica de la escultura de Cristo igualmente Yacente realizado por Gregorio Fernández, artista español, quien lo realizó en mil seiscientos veintidós, el cual se encuentra en el Museo de la Escultura de la Ciudad de Valladolid.
Don Julio Dubois es un escultor presente y vigente como artista en los primeros años del siglo veinte, Ernesto Chinchilla Aguilar en su estudio Historia del arte en Guatemala anota de él que su «especialización se entiende en imágenes, altares, vía crucis, urnas, modelación de bustos, púlpitos, sagrarios, medallones, altorrelieves, etc».
Lo anterior nos indica que era un artistas cuyas obras estaban enmarcadas en el ámbito religioso y de alguna manera comprometido con la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, ya que en un pie de página de la obra citada supra, Chinchilla Aguilar apunta que «Se interesó también en la reconstrucción de la iglesia de la Merced, de la capital; — luego de los terremotos de mil novecientos diecisiete y dieciocho — concluyó la cúpula, por fallecimiento de los arquitectos Gustavo Novella y Víctor Cottone; y son suyas las esculturas de los leones de dicha cúpula».
La calidad de factura, perfección y belleza de la obra, motivó tener réplicas de ella fuera de las fronteras patrias, es así como se requirieron al escultor Dubois siete copias que se realizaron para diferentes destinos, entre ellos El Salvador, República de Líbano y Honduras.
La escultura del Cristo yacente de la Merced estuvo concluida en el año de mil novecientos dieciseis, y el veinticinco de febrero de mil novecientos diecisiete se realizó la ceremonia de bendición, la solemne misa estuvo amenizada por treinta y cinco maestros de orquesta, dándose así su primera velación con procesión en el interior y en el atrio del templo, colocándolo luego en su urna a los pies de la Santísima Virgen, cumpliéndose de esa manera la promesa que motivó su fábrica.
El cuerpo del Cristo reposa con sus piernas paralelas a una loza cubierta por el sudario con el cual se le cubriría; con su cabeza recostada sobre un cojín ligeramente inclinada a la derecha.
Por los daños sufridos en la iglesia de la Merced causados por el terremoto del cuatro de febrero de mil novecientos setenta y seis, se autoriza al señor René Dubois, hijo de don Julio a tener en custodia a las veneradas imágenes del Cristo yacente y su Santísima madre.
Luego de seis años ambas imágenes retornaron solemnemente a su templo y el veintisiete de febrero de mil novecientos ochenta y dos, primer sábado de cuaresma de ese año, el templo mercedario ya habilitado se estremece en mística exquisita ante el regreso de Cristo y su madre. En la solemne procesión de ese día, hijo y madre eran portados en la misma anda.
El miembro de la hermandad de esta imagen, arquitecto y arqueólogo Marco Antonio Valladares, refiere que en atardeceres de inolvidables martes santos de antaño se realizaba el cortejo del Cristo Yacente, y en mil novecientos ochenta y tres, él junto a la Virgen de Soledad es nuevamente procesionado; como fue igualmente indicado por el actual presidente de la Asociación del Cristo Yacente y Virgen de Soledad: Juan Carlos A. Herr.
Este fue el especial momento donde nace esta procesión, que hoy en el año dos mil siete del siglo veintiuno llega a su veinticinco aniversario.
Este cortejo tiene varias características especiales, entre ellas el hecho de ser realizado el día sábado santo, otra es que las dos imágenes van colocadas en el mismo mueble, y a la vez este es cargado por damas y caballeros.
Por ser una procesión pequeña y por haberse iniciado como un cortejo de carácter familiar, sin el objetivo de competir con las que salen el viernes santo, y por que la Santísima Virgen y el Señor son portados en la misma anda, esta es cargada por personas de ambos sexos.
Hemos llegado al final de estas líneas, agradeciendo en todo lo que vale, la mejor de las disposiciones de parte de los miembros de la Junta Directiva de la Asociación, para que pudiera escribir este artículo, principalmente a Marco Antonio Valladares y Juan Carlos A. Herr por la información escrita y verbal que proporcionaron.