La presión pública


A pesar del cuero de danta que caracteriza a muchos de los miembros del Congreso, la presión pública para forzar a la aprobación del Presupuesto General de la Nación tuvo resultado y a última hora, ganando la carrera contra el reloj, el pleno aprobó el instrumento financiero para el año entrante y lo hizo con algunos candados para garantizar que lo asignado a carteras prioritarias como Salud, Educación y Gobernación no vaya a ser dilapidado o transferido graciosamente para financiar la campaña polí­tica del oficialismo.


Obviamente un presupuesto nunca parecerá suficiente siendo tan grandes las necesidades del paí­s. Ayer mismo la Comisión Económica para América Latina, Cepal, decí­a que Guatemala tení­a que invertir más del 15 por ciento de su producto interno bruto para combatir la pobreza y las deficiencias estructurales de nuestra sociedad. Nosotros en La Hora compartimos plenamente esa visión y ratificamos que el paí­s necesita un debate sobre el tema fiscal muy serio y maduro y que el próximo gobierno tendrá que plantearlo a partir de la autoridad moral que le pueda dar el manejo correcto de los fondos públicos.

Porque si bien la transparencia puede ser un caballito de batalla o cantaleta, como dijo Colom, lo cierto del caso es que cualquier estadista prudente e inteligente se esmerará por resolver ese problema para quitarle las armas a los que no quieren pagar impuestos, en vez de escudarse en pretextos tontos para no dar información sobre cómo se manejan miles de millones del erario nacional. En otras palabras, para hablar de reforma fiscal y tener poder de convocatoria y autoridad moral para forzar a una estructura tributaria justa, el Gobierno tiene que dar el primer paso administrando con transparencia el dinero de los contribuyentes y esmerándose en la calidad del gasto. Ese es el punto de partida que se perdió en este gobierno porque la resistencia burda a informar sobre los programas de Cohesión Social suministró argumentos abundantes a quienes dirigieron la batalla contra los impuestos.

Y así­ como ahora la pública denuncia de las intenciones de parte del oficialismo para no aprobar el presupuesto generó presión que al final de cuentas permitió la aprobación, tenemos que entender que los ciudadanos no nos podemos desentender de la gestión pública ni dejarla únicamente en manos de los polí­ticos. El futuro del paí­s es tan importante que no puede quedar en manos tan poco calificadas y requiere del concurso de todos por lo que la lección tiene que ser aprovechada. La presión pública funciona aunque a veces parezca que no da resultado alguno, pero ocurre que no siempre presionamos con la firmeza correspondiente. Y ojo, que los candados se abren y si algunos saben cuáles son las llaves son los pí­caros, por lo que nada de confiarnos con lo aprobado.