La polí­tica y el neoliberalismo


Es innegable que todos los guatemaltecos ?a menos que estemos desquiciados? deseamos un estado social mejor, pero, lamentablemente, la sociedad no podrá mejorarse mientras la coexistencia social no se establezca sobre bases firmes y no se modifiquen profundamente las obsesiones dominantes con respecto al dinero y al poder. Generalmente, los gobiernos no quieren iniciar estas tareas; empero, cuando alguien las promueve es perseguido, satanizado y amedrentado.

Luis Zurita

De ahí­ que, a pesar de que la psique guatemalteca está atávicamente herida ?entre otras razones? por tanto crimen, por tanto desarraigo, por tanta intolerancia, por tanto desaparecido, por tanta extorsión, por tanta coacción, por tanto dogmatismo, por tanta irresponsabilidad, por tanta corrupción, por tanta insensibilidad, por tanta exclusión, por tanto centralismo, por tanta idolatrí­a, por tanta discriminación, por tanta injusticia, aun así­, a riesgo de que este paí­s derrape para siempre el destino de sus hijos en las cloacas del infierno, la sociedad civil ?ante la gélida ausencia de una sociedad polí­tica comprometida con el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? deberí­a salir del ostracismo y luchar a viento partido por una sociedad mejor.

Sin embargo, el pueblo no sale a defender sus derechos porque desconoce la realidad de las cosas o porque el azar coloca un oportuno salvavidas en el escenario sociopolí­tico, aunque no puede negarse que las maras, la delincuencia común, el crimen organizado, la corrupción, entre otros caballos apocalí­pticos, son ya expresiones del estallido social que irrumpió para quedarse hasta que se realicen reformas estructurales en todo el andamiaje estadual.

Por demás, la poca organización social que hay está atomizada. Y los partidos polí­ticos son delegaciones electorales, lejos, muy lejos de trascender históricamente. Abundan también las válvulas de escape que generan ingresos para paliar la crisis de algunos sectores (verbigracia, la gran migración, el narcotráfico, la piraterí­a, el auge del turismo de los últimos años o la oferta de productos usados que el primer mundo enví­a para el consumo de segunda categorí­a). De esta manera se distorsionan las condiciones subjetivas y se debilitan las posibilidades para el despliegue de la lucha socio polí­tica auténtica que derive en la evolución democrática de Guatemala.

Empero, la sociedad sigue desestructurándose y el medio ambiente también pues esta clase de neoliberalismo de segunda clase está empeñada en la continuidad de una sociedad fundada en el aislamiento, la separación, el alejamiento, la desunión y el egoí­smo entre congéneres. Y en verdad que lo van logrando. Guatemala es hoy en dí­a el paradigma de la desfragmentación social.

Pero, ¿qué hacer ante la presión que ejerce el neoliberalismo en todos los aspectos de la vida? Esta pregunta es fundamental, porque el neoliberalismo es mucho más que sólo un modelo económico. Peor aun, si es cierto que toda estructura proyecta su propia superestructura, entonces es comprensible que la desestructuración de la sociedad actual es un efecto de la forma en que se hace la economí­a. Dejar hacer, dejar pasar es su consigna; el consumismo es el motor del proceso económico; la competencia es la sí­stole y la diástole que alimenta la producción y el individualismo (léase, egocentrismo) es el horizonte de espera al cual se desbocan todos y cada uno de los miembros de la sociedad sin miramiento de las secuelas que van quedando en el camino.

Entender que una sociedad no es de tal o cual manera por casualidad es algo que aún no ocupa un lugar en la conciencia ciudadana guatemalteca. Procurar que el pueblo lo comprenda deberí­a ser la tarea prioritaria de las fuerzas progresistas y democráticas. ¡Eso es lo que se llama construir ciudadaní­a! A partir de ahí­ una nueva cognición de los asuntos históricos actuarí­a como una fuerza sí­smica que empujarí­a a las fuerzas polí­ticas, económicas, sociales y culturales hacia un nuevo horizonte; como por ejemplo, imprimiéndole modificaciones humanitarias ?sostenibles y sustentables? al proceso económico para que proyecte ?gradual y progresivamente? una nueva superestructura en la cual el ser social no niegue al ser individual, ni el ser individual niegue al ser social.

Todo esto viene al caso porque las elecciones son como una danza variopinta en la cual ocurre de todo para que todo siga siendo igual, menos lo esencial: que el proceso polí­tico electoral desemboque en un proceso de desarrollo económico, social y cultural en función del bien común. Por supuesto, ello no es posible pues, el proceso polí­tico electoral también es coherente con la base estructural neoliberal que le da sustento. De ahí­ que el proceso polí­tico electoral se desenvuelve como cualquier proceso mercantil, donde la oferta y la demanda bullen por doquier porque el predicamento del neoliberalismo es: ¡todo lo que pueda venderse que se venda!

Con base en esa concepción, un polí­tico exitoso es aquel que gana las elecciones. Entonces, para ganar elecciones hay que conseguir suficientes votos a como dé lugar. El que no logra los votos suficientes para ganar una elección se convierte ipso facto en un polí­tico fracasado. Empero, ello no puede obtenerse a menos que se tenga capacidad para comprar esos votos, ora regalando gorritas, ora poniendo vayas de publicidad, ora regalando calendarios, ora pactando con los propietarios de los medios de comunicación, ora comprometiendo privilegios con los diversos patrocinadores, en fin, ligando el alma al diablo?

Por tales razones, lo que menos importa es cumplir las promesas que con tanta enjundia se ofrecen a los cuatro vientos, al fin y al cabo que hace ratos que Maquiavelo dijo que el prí­ncipe no está obligado a cumplir sus promesas pues, lo que importa es conquistar o mantener el poder. En consecuencia, a los grupos tradicionales de poder lo único que les interesa es mantener sus canonjí­as; al empleado público, que no lo destituyan; al religioso, que le garanticen el ara para su fundamentalismo; al activista social, que no obstaculicen su modus vivendi?

Y colorí­n colorado, todo ello seguirá siendo así­ en tanto el neoliberalismo siga reinando, o sea, en tanto la sustentación económica se base en la competencia, el individualismo y la competencia, es decir, en tanto no se establezcan nuevos cimientos económico productivos, como podrí­a ser la economí­a mixta: privada, estatal y cooperativa, inteligentemente gestionadas cual si se tratara de un paí­s, tres sistemas, las tres, como una sinfoní­a dando lo mejor de sí­ por el bien de Guatemala, para erguir así­ un nuevo Estado fundado en la cooperación, la solidaridad y la complementariedad, que garantice el mí­nimo vital a sus ciudadanos, y así­ todos y todas puedan desarrollar su totalidad humana, expandir su espí­ritu, derrotar la pobreza, vivir fraternalmente entre congéneres y en armoní­a estratégica con la naturaleza.